martes, 27 de enero de 2015

Hay selvas en forma de copas de paz, y copas de bar en forma de selva.

Mientras tú soñabas con paraísos perdidos al borde de mis caderas yo me pasaba las noches colgado de la barra de cualquier bar. Supongo que los dos queríamos aprender a volar, de copa en copa, pero tus árboles y las cien mariposas de lengua larga que invadían mis noches nunca se llevaron del todo bien.

Admito no oír tus plegarias, es que siempre pensé que si me resumieras la ausencia como un "ya no me queda tabaco" lo entendería mejor. Sí, el pecado en penumbra tiene cara de mujer y yo he probado ya demasiados labios como para querer volver a los tuyos. Asumo el gusto por verte preparar café en ropa interior por las mañanas y curarme las resacas a base de caricias, pero eres la reina que no sabría como cuidar.

Nunca se me dieron bien las despedidas. Te quiero. Ya sé que debería ahorrármelo, pero prometí no mentir. Te quiero. Es la decimocuarta vez que lo digo esta semana y estamos a jueves. Es la primera vez que te lo digo a ti. Lo siento. Estoy perdido. Aunque contigo todo sea diferente, es hora de admitirlo. Estoy jodidamente perdido. Y puede que el motivo sea que tú siempre vuelves y con un beso me devuelves el norte. Pero yo no dejo de perderlo de nuevo tras el culo de cualquier botella apoyada más allá de las doce.

Dije que no iba a mentirte. Este no es el castillo que te mereces, ni el jardín que un día te prometí. Esta, es mi selva, mi diluvio, las delicias en forma de pecado reiterado. Un viaje sin retorno por miles de piernas que se han vuelto impares y ya no sé. La ausencia de árboles que talé hace tiempo y convertí en servilletas de cualquier antro en las que apuntar todos los números de teléfono a los que siempre acabo llamando.

Cariño, de reino, esto tiene poco. Así que deja de pisar cenizas y colillas manchadas de carmín. No quiero que vuelvas a recoger mi resaca del suelo, me gusta así.
Te quiero. Mariposa digna, deja de pisar cenizas, y empieza a pisarme a mí.

Me presento.

Nunca logré entender porqué mi abuela nos cantaba. Más tarde tendría un hijo y lo primero que haría sería cantarle una nana en mis brazos. Algunas noches mi padre lloraba con una copa en la mano y yo, podía oírlo al otro lado de la casa. Ahora bebo y mirando al frente, confundo su llanto y mis lágrimas. A mi madre le molestaban mis noches de huida por la ciudad y, aunque nunca le di las gracias, llevo la cuenta de mis madrugadas en vela para contárselas algún día. Cuando mi hermano me sacaba de quicio le retiraba la palabra, pero nunca le retiré las ganas de un abrazo.
Tal vez sea como soy gracias a mis abuelos, a sus trabajos, a sus ojos y a su moreno causa de horas al sol por hambre.
Admito que no sé volar, pero tampoco tengo las alas cosidas al suelo. Me invade un acento de mar. Bebo cuando mi cuerpo me pide hacerlo y fumo demasiado. Sueño siempre que puedo a pesar de no recordarlo después. Me dan miedo las historias de miedo y rompo de amor cada vez que una mirada me lo permite.Hecho de menos. Me declaro adicta a los míos aunque siempre quiera perderlos de vista. Me invento, más de la mitad de lo que escribo. Describo el tiempo en historias vividas y navíos perdidos.Nunca tuve reloj, ni quise tenerlo. Nací para perderme entre terminales, pero todavía sigo buscando un final para terminar mi cuento.
Verso, a veces. Beso, demasiado. El cincuenta por ciento de mi cuerpo es café, la otra mitad el hielo que un día decidí quedarme para no quemar cuerpos sin sentido. Me sobran sentimientos, y puede que solo por eso, siga escribiendo.
Me presento, nunca he sido musa ni poeta, ni quiero serlo.

sábado, 24 de enero de 2015

Este, es mi viaje al fin del mundo.

Nosotros llegamos antes que el resto.
Veníamos de ser los últimos
y nos aferramos al gusto de ver la entrada
con nuestros propios ojos.

Yo te agarré con fuerza de la mano
y tú me sonreíste desde la comisura izquierda de tu boca.
De repente nos giramos para saludar con los ojos
al resto de creyentes que seguían intentándolo.

Alguien dijo que era la época de los destrozos.
Así que nos inventamos el siglo de la lucha, por joder.
Entre los dedos forzamos líneas con las que apuntarnos,
y disparamos hasta matarnos de ganas por no perderlas nunca.

Tuvimos miedo cientos de veces.
Tuvimos miedo, hambre, frío...
Pero jamás nos mentimos por ello.
Sí, tuvimos miedo, pero ya no lo tenemos.
Así que aprendemos de ello y de aquello que el resto ganaron
cuando decidimos dejar de jugarnos la vida.

Mi padre quería una casa más grande, mi madre un coche nuevo, mi hermano un tanque de guerra.
Solo pude darles un puñado de versos que nunca les sirvieron de nada, pero los hicieron ser alguien.

Tuvimos miedo hasta ese punto
en el que supimos que habíamos llegado
al fin del mundo antes que ellos.
Veníamos de ser los últimos pero al menos habíamos llegado
al rincón de los versos, a nuestros sueños.


viernes, 23 de enero de 2015

Carta de despedida.

Tú y yo éramos dos.
Millones de personas mirándonos
en puertos diferentes sin navíos.
Nadando a contracorriente y temblando
sobre un escenario
versándonos sin nombrarnos,
jurándonos un puñado
de mentiras en arte mayor.

Tú y yo éramos dos.
Tras los focos algún beso
de acentos, un te quiero,
la mentira capital.
Ardiendo en pleno invierno,
nevándonos por dentro,
enmudeciendo a todo un reino
y conociéndonos vencidos
por orgasmos a destiempo
y esta ausencia de palabras.

Tú y yo éramos dos.
Para qué queríamos más?
Querernos era el plan
que ocultamos tras la manga.
Edificios de vanguardia
sin puerta principal.
Luchas de gigantes
menguando por llenárseles
los ojos de terror.
El asedio medieval
se aferró a cada mirada
reiterada a tu espalda
sin condena ni perdón.
¡Por mis sueños, por traición!
Por mentirle a la tripulación
de mi ombligo.
Por ser dos.
Por prescindir de los demás.
Porque contigo aprendí
a perpetrarme la vida,
a perpetuar la mentira,
a descartar la verdad.

Tú y yo éramos dos
sin imperio ni gobierno,
pero tú el emperador
y yo la esclava por amor
de tus fobias y tus filias,
tus mañanas de desgana
contra Dios.
La guerra fía desatada
por la forma de besarnos
sin mirar nunca el reloj.
La tarde en la que se acabó
la pólvora de tu mirada
y lloviendo pude oírte
decir,

"Adiós.
Ahora vérsale a otro cuerpo
porque yo sé que prefiero
la paz de todo un reino
al invierno sin mi mismo".
Y aún busco la forma
de solicitar tu perdón.
Por los siglos de los siglos
sonaron tambores con
la defunción del sol,
y en tu hastío aún recuerdas
la primavera de mis piernas.

Solo quería despedirme.

"Desde estas ruinas,
con amor."

miércoles, 21 de enero de 2015

Del diario que nunca tuve: Muerte ha petado a la puerta. Cap. 9 del 11-12-2014

Escribo esto mientras mi abuelo se muere en una cama de hospital y mi padre lo agarra de la mano al borde de romperse a llorar.
Duerme, antes dijo que ya no quería ver ponerse él sol más veces. Lo dijo en silencio, pero yo pude oírlo.
Tampoco te pierdes nada abuelo. Creo, con certeza, que has logrado parar el tiempo. El resto vivimos como a mil metros de altura en ningún lugar en el que, respirar cuesta demasiado. Es una trampa.
Acaban de llegar los de la bata blanca, hablan pero solo se entienden entre ellos.
Yo escribo, la abuela llora, tú respiras poquito a poco.
Nunca fuiste de leer, verdad? Yo siempre fui de sacarte de quicio. Voy a versarte mientras puedas.
Tienes los pies más calientes que yo, me asusta un poco. La muerte ha llamado unas cuantas veces. Tranquilo, le he dicho que espere fuera, que aún no acabamos.
Me dijeron que a noche te despertaste y llamaste por tu nana. Claro, una madre es una madre eh abuelo?
La abuela todavía te canta. Te cuida, sabes? Siempre lo ha hecho y sigue aquí. Y seguirá aunque te vayas a cualquier lugar. Hasta el final, recuerdas?
Creo que vivir es no ahogarse. Ahora, cuando respiras suenas como si estuvieras repleto de playas.
Encontrarás mil sirenas y algún barco pirata. Háblales de ti, invéntatelo todo, excepto que a veces, incluso, llegaste a sonreír. Me lo prometes? Sé feliz.
Me duele el pecho y la culpa de quejarme de vicio, por eso me callo y me enciendo otro cigarro hasta que se me pasa, que no se me olvida.
Cuando alguien se muere, decían, el resto de vidas que tenían prendidas dan un salto hacia delante de golpe, y a veces, se pierden.
Yo no quiero que la abuela salte, sabes? Porque la siento al borde del precipicio e imagínate que ella se cae, que nos caemos todos.


Cuídate, abuelo, nosotros seguiremos, luchando.
Aquí hemos acabado, abriré la puerta al tiempo.
Duerme, duerme, duerme abuelo, mar adentro.

Escribo desde el futuro que no nos ha besado por dentro.

Ellos decían escrivivir y follamar, pero yo no sabía muy bien a qué me dedicaba. 
Solo recuerdo que una mañana le dije a mi padre que quería estudiar una carrera y desde esa, tengo la sensación de haberle fallado. Un poquito, todos los días.
Os daré un consejo, nunca lo hagáis. Evitad mentir a los ojos de alguien, y si lo hacéis, que no sean los de vuestro padre.
Unos meses después me vi con un puñado de asignaturas suspensas y demasiadas líneas que no venían a cuento de nada pero llegaban de todas partes.
Meses más tarde acabé diciéndole a mi padre, con los ojos empapados, esta vez de noche, que quería irme a Madrid. Él me dijo que vale pero yo sé, que quería gritarme que no.
Así que aquí estoy, a nosecuantos metros bajo el suelo, con un puñado de asignaturas suspensas que, a diferencia ya no me quitan el sueño, y más líneas. A tropecientos kilómetros de mi casa y echando de menos la lluvia y el modo en el que me enseñaste a bailar bajo ella.
Papá, gracias por dejarme ser feliz incluso a trompicones. Gracias por enseñarme sin palabras que de escribir se vive, y de conformarse se sobrevive. Gracias, porque después de un año aquí o qué sé yo, he aprendido lo que cuesta un café, lo que vale echar de menos, lo que gusta una sonrisa, y todas esas cosas, ya sabes.
Papá, gracias por darme la oportunidad de hacer de otra ciudad la mía y por no coserme nunca las alas al suelo. Por rezar a ese Dios en el que dices que crees. Sigue haciéndolo, pero déjame avisarte de que es él quién cree en ti al igual que yo. Y tal vez, por eso los dos ahora tenemos un cielo, mil pecados capitales, un jardín de las delicias y un puñado de líneas a las que llamar "libro".
Gracias, papá.
Por todo.
Siempre.

Gracias, porque si no fuera por ti, ya sabes...

Si no fuera por ti, no sabría que al amor
es esa búsqueda constante de la musa imposible.
Que los versos son el mejor camino
para explicar todo eso que nunca decimos.
Si no fuera por ti, la palabra amistad
sería una mera definición del diccionario
y no todas esas noches haciéndonos preguntas al azar.
Los cigarros solo serían nicotina aferrándose a nuestros pulmones
y son, otra forma de compartir el tiempo que pasamos juntas.
Que quiero darte las gracias
por caminar siempre en dirección contraria.
Por llorar de risa a veces,
porque nunca sabes que decir, excepto cuando el alcohol habla,
pero siempre sabes cuando estar, mejor que nadie.
Porque mira que hemos visto películas
y ninguna está a la altura de nuestras conversaciones sobre sexo
o de nuestras huidas a las tantas hasta el río,
ni mucho menos de nuestras aventuras de des-amor.
Si no fuera por ti, no sabría contar en verso hasta llorarte
y todas estas líneas acabarían en la papelera de vete tú a saber donde,
siendo para vete tú a saber quién.
Porque un día me dijiste "si te gusta, hazlo" y así con todo.
Porque ahora estoy aquí y a decir verdad
ya quiero tenerte lejos para ver la falta que me haces.
Para subirme a un escenario o bajarme de un andén
y dedicarte cada paso hacia delante.

Gracias, porque si no fuera por ti, ya sabes...

lunes, 19 de enero de 2015

Tuvimos miedo.

Temblamos. Temblamos y la ciudad entera era un reflejo horizontal de pasión y ganas.
Temblamos de frío y tuvimos miedo.
Tuvimos miedo pero en medio conseguimos mirarnos a los ojos.
Tú dijiste que la Gran Vía no enmudecía nunca y yo te reté a dejarla muda.
Tuvimos miedo e intentamos espantarlo a base de cervezas, de cigarros mal fumados apagados en aceras mojadas, envenenados por los ojos de Judas.
Temblamos, pero para entonces no nos dimos cuenta.
Nos cogimos de la mano a treinta metros bajo el suelo como si aquella fuera una selva a punto de engullirnos.
Temblamos, y no volvimos a pronunciar palabra porque la Gran Vía no enmudecía nunca y yo no te oiría.
Tuvimos miedo, pero nos lo arrancamos con la ropa interior en aquel hotel del centro.
Temblamos de frío y tuvimos miedo.
Tú en la curva de mi espalda y yo en tus caderas.
Nos tiramos al vacío, como por la ventana pero sin irnos, moviéndonos.
Amarré anclas en el centro de tu nuca y perdí por el camino toda la tripulación.
Nos quedamos solos. Nos quedamos.
Te quejaste porque no tenías los brazos suficientes para recorrerme a un tiempo.
Te quejaste, pero solo con miradas.
Me engulliste. Ganaste.
Luchamos sobre un colchón hasta perdernos y crear un imperio de lugares y gritos.
Temblamos. Temblamos y la ciudad fue un reflejo horizontal de pasiones y ganas.
Temblamos de frío y tuvimos miedo.
Tuvimos miedo pero en medio conseguimos mirarnos a los ojos después de corrernos.
Tú dijiste que la Gran Vía no enmudecía nunca, yo te reté a dejarla muda.
Entonces dejamos de oírla.
Tuvimos miedo, pero vencimos.

Es el mensaje más largo que nunca te he escrito.

Vuelve, esta mañana dejé la puerta abierta.
El café sigue caliente y compré
mermelada de esa que tanto te gustaba
esparcirme por el cuerpo y lamerme.

Vuelve, que me estoy acostumbrando a dormirme
con los pies fríos y la calefacción puesta.
El otro día cambié al fin nuestra cama
por una de ochenta, para no echarte en falta.

Vuelve, la colección de vinilos está llena de polvo
como un tributo a todos los que no echamos,
pero seguro que si vienes y se lo quitamos
todavía suenan para volver a desnudarnos como antes.

Vuelve, no quiero tener que repetírtelo más veces.
Después de este mensaje borraré tu número.
Seguiré usando tus camisetas de pijama.
Quemaré todas tus fotos y trataré de olvidar tu casa.

Vuelve, por última vez, vuelve.
Quiero ver amanecer desde tus ojos.
Quiero dejar de fumar para besarte.
Tirar los mapas de esta ciudad
y buscar en tu espalda mis puntos cardinales.
El G de los tres meses a mensajes
de buenas tardes, comiste bien?, llegaré a las ocho, amor.
Quiero hacer café para dos.
Quiero hacer café para dos.
Vuelve, a esparcirme mermelada por el cuerpo y lamerme,
a hacer sonar en bucle los discos de siempre.
A quererme.
Vuelve.
No voy a repetírtelo más veces.
Vuelve.
No voy a repetírtelo más veces.
A quererme.
Vuelve.
A quererme.

jueves, 15 de enero de 2015

"De alienaciones hechas batalla y naufragio".

Aduanas repleta de sentimientos perdidos
que nunca valieron nada.
Banda ancha en felicidad
y todas esas estrecheces.
Borrones entre tu sumisión
y el gobierno de mis piernas.
Llamadas de sirena a cobro revertido
tras el cambio de mandato
que supuso tu aterraje en esta selva.
Partiendo de las grietas que abrieron tu golpe
las esperas nos desesperaron
sin dejarnos apice de esperanza que perder.
La culpa sangró a carne de cañón
y las balas nos miraron a los ojos
en lugar de apuntar a corazones en ruinas.
Nos tatuamos mentiras bajo la piel
y naufragamos verdades en esa arena
que algún día se nos escurrió de las manos.
Quinientos pasos, dimos, detrás de una sombra
con el sonido ácido de un llanto
harto de perder valores.
Invertimos a la bolsa de tus ojos
con todas las madrugadas
dando vueltas de campana entre sábanas
que no han sonado,
por los siglos de los siglos.
Forjamos conformismo en los suspiros
y la alienación de un verso
que no cesó al repetirse en bucle.
Esquivamos esqueletos de nervios por tocarnos
en iglesias repletas de nombres olvidados.
Todo período de tiempo fue
una sugestión de mis noches a ciegas.
El sabor amargo de las calles dejó de ser lo que era
y el gusto amargo de una moneda
después nos endulzó la boca.
Para cebarnos a base de líneas
nos faltó el estudio histórico
de aquella tiniebla.
Que queríamos contar nosotros
si veíamos el mundo a través de un tragaluz
empeñado en engullirnos.
Llegado el momento sólo nos quedó
el sonido de un reloj de arena vacío.
A falta de caricias recíprocas
inventamos aduanas de placer.
La autodefensa fue jugar con tu locura a las damas,
sin querer nombrarte caballero.
De ilusiones también perdimos
el cauce de un río en ojos ajenos
y sólo nos juramos amor eterno
cuando supimos mentirnos.
Así, yo tiré por la ventana el calendario
y busqué un mapa en tus lunares.
Tú te arrojaste al cometa de mis ojos
y versamos las memorias
de una "cuasi poeta" de sonrisa partida.
Tuvimos cuarenta días
para aprender a nadar
antes de desatar el diluvio universal.
Febrero nos cogió bailando y decidió
guardarse la tregua para una guerra que
valiera más la gloria que la pena.
Después, rompió a llover.
Con el agua al cuello dijiste
"porque Roma al revés"
pero yo siempre fui más
de poner Grecia patas arriba.
Tú abriste fuego en nuestra
batalla contra el mundo y yo solo
disfruté de las ruinas que me dejaron tus pasos.
Así fue como tú sangrante
y yo la herida,
compartimos el dolor
pero nunca las victorias.

jueves, 8 de enero de 2015

Todos sabemos contar mentiras. Tralará.

Todos
            sabemos
                              contar
                                           mentiras.

Queridos magos de manga larga.
Queridas musas de falda corta.
Queridos dioses sin paciencia ni fe.
Todos conocemos el mercado negro de las noches.
Todos probamos el pecado, y tiene cara de mujer.

Todos
            sabemos
                              contar
                                           mentiras.

Queridos magos de palabras.
A ver quién se saca antes, un beso del sombrero.
A ver quién es capaz, de mentir sin versos.
A ver cuántos de vosotros, sabéis mirar a los ojos.
El dinero, no compra la felicidad, pero sí el sexo.
A ver cuántos de vosotros, podéis pagar el beso de Judas.
A ver quién se desnuda, antes de que salga el sol.
Y a ver, quién pasea Madrid, a plena luz del día, sin quemarse.

Todos
            sabemos
                             contar
                                          mentiras.
Pero
cuántos
nos
las
creemos?

A mis magos de palabras.
A ver quién se saca, un beso del sombrero, sin tocar antes, verso en la manga.

miércoles, 7 de enero de 2015

Cría musas...decían.


Después me abrazó por la espalda en mitad de la calle. No empiezo por el principio porque no sé cuando empezamos. Ni el qué. Pero le encantaba agarrarme de la mano cuando nadie nos veía. Y a mí siempre me dio la sensación de que el parque se llenaba de gente que envidiaba nuestra historia. O lo que fuera que fuésemos. 
También lo llamaba "amor", pero solo con la mirada, y él me llenaba de pequeños besos que me dolían a gritos. Pero yo nunca le dije que parara. Tal vez ese fue el problema. 
Cría musas, decían... Y ya sabéis lo que viene después. La gente se queja de que si el agua y la luz y el ivi y el iva...pero cuando la poesía pasa factura. Ahí si que tienes un problema. 
Así que yo he pensado en cambiar de musa. Porque esta solo me trae desgracias. Pero tiene una sonrisa tan bonita que. 
El problema es que este parque siempre está vacío y a mi me encanta ver como se llena de gente a nuestro paso. De gente que envidia nuestra historia porque claro, jamás leyeron los subtitulos. 
Y lo bonito fue eso. El día en que firmé un contrato con su espalda pasando por alto la letra pequeña que explicaba claramente esto de las noches a solas y los mensajes sin respuesta y las ganas de perdernos. 
Eso, que como leí una vez "que la poesía pague los destrozos", que ya le pasaré a él la factura. Un día de estos, tal vez. Cuando decida soltar su mano al pasear por el parque y no la lleve hasta su barba. 
Su barba...y la comisura izquierda de su boca... No sabría explicarlo. 
De eso, también, que se encargue la poesía. Que para algo yo me he encargado, de buscarle una musa a su altura.
Buenas noches.

martes, 6 de enero de 2015

Madrid sin ti, no.

Le pondría tu nombre a todas las estaciones,
porque verte sonreír es la forma más bonita
de que nos importe una mierda en que mes estamos,
si llueve o si hace calor.
Lo que más me importa del tiempo
es que corra hacia tus piernas
y qué ponerme por las mañanas
para saber qué me quitarás al llegar la tarde.
Después viene la gente con eso de que pide deseos a las estrellas fugaces
y le gustan los eclipses lunares
pero no han visto tus ojos.
Y que la felicidad es no sé que mierda
pero a mí, no me engañan.
La felicidad es las veces que me llega un mensaje tuyo
diciéndome que si esa boca
y que tienes un poema nuevo
que no habla de mi, pero que me va a encantar.
Eso es ser feliz, perderme cada vez que oigo mi nombre entre tu acento.
Mirarnos como musas del sexo
y de todos esos demonios que escondemos a la luz del sol,
para que el resto de la gente no sepa lo mucho que nos gustaría  tenernos delante.
Sabéis, el otro día oí algo así como que Madrid,
y no recuerdo que más decían.
Madrid. Habréis estado veces pero no tenéis
un contrato de distancias para besarlo
a cada rato bajo sus calles.
Y qué es Madrid sin su pecho?
A Madrid sí que le pondría yo tu nombre.
La vestiría de negro como en aquella primera foto que me pasaste,
que nunca de luto contigo.
La llenaría de poesía y tú,
tú serías su sombrero y el mago que siempre
tiene un truco en verso en su mano izquierda,
por que la derecha, estaré sujetándola yo.
Porque tengo un millón de planes pendientes
para perdernos entre la espuma de una ciudad sin mar,
pero con demasiados bares.
Porque este año, acabamos pegados,
y Madrid, todavía no sabe lo que es el amor,
pero ya ha encontrado a sus demonios.
Y, sabéis qué?
Tienen un acento precioso.

sábado, 3 de enero de 2015

Sabía que tenías que ser tú.

Hoy me he dado cuenta de que hace tiempo que eras tú, 
no por las cinco letras de tu nombre ni por tus maneras. 
No eras tú por lo bien que te queda vestirte de traje. 
Sé que eres tú por tus ojos, 
por que cuando me miras, 
los relojes revientan en mil pedazos, 
por que cuando me abrazas, 
hasta el sol pierde el norte. 

Porque sabes hacerme temblar sin decir nada, 
y entender la vida es algo así, 
como solo poder besarte por la espalda. 

Porque quién dijo noche sin conocerte 
no pisó jamás la luna. 
Y yo soy la astronauta de todas tus constelaciones de lunares. 

Porque ya sabemos que yo soy la cursi, 
y tú el gilipollas. 
Por eso me dices “vete a la mierda”, 
y yo te cojo de la mano. 

Tenías que ser tú, 
porque ya encontramos banda sonora, 
y es un rock and roll, 
tenemos playa, 
y es nudista, 
y también un libro, 
Porno-Grafía. 

Tenías que ser tú porque me gustan hasta tus padres 
y manda cojones. 

Porque me has enseñado que el mejor de los viajes 
empieza en casa, y no termina nunca. 
De crecer iba nuestra historia. 
Porque jamás me has dicho esto sí, y esto no, 
pero yo sabía lo que valía la pena contigo. 

Bueno, puede que hayamos dejado algún par de planes pendientes, 
y mejor así, porque tendremos todo el tiempo del mundo. 

Eres tú, recuerdas? 
Porque a veces las palabras pierden valor 
y la gente dice demasiadas veces al día te quiero 
y yo, a ti, nunca te lo he dicho. 
A mí me gusta más escribirte tonterías 
y robarte una sonrisa de esas 
en las que levantas una ceja y me abrazas en el aire. 

Podría pasarme el día explicándote por qué eres tú 
y no es el vecino del quinto 
o cualquiera de los otros, 
o yo misma. 

Pero prefiero seguir buscándome la vida para cruzarme contigo, 
dejándome la piel por cada momento 
en los que me esquivas y yo, 
me sujeto el corazón y las lágrimas porque sé, 
que siempre vuelves de frente y me coses las heridas a tu piel, 
y porque, nunca diría nada malo de ti, recuerdas? 

Pero eso lo hago porque desde un principio,
 tenías que ser tú el que me rompiera, 
porque solo tú podrías arreglarme las costuras. 

Porque he intentado escribirle al mundo que es la vida, 
y no sabría hacerlo 
sin usar 
las cinco letras 
de tu nombre. 

El mundo estaba durmiendo los restos de una fiesta de glamour, y tú...

Consiste en saber ocultar las mil maravillas del diluvio universal,
en mezclar bares y copas hasta declararnos pecado capital.
Porque, a veces, dormirme en tu pecho es cien veces mejor
que arrancarnos la ropa y ser, sexo y reproche 
en la esquina de un colchón abandonado en plena gran vía.

Consiste en encontrar los cuatro carriles a doble sentido 
de una calle principal, en un callejón sin salida.
En que los besos de algunas manos te agarran mejor el corazón por dentro, 
y eso, es todo lo que necesitamos.

Porque ayer me has cogido de la mano y olvidé de golpe 
todo aquello que habíamos hecho mal. 
Nos equivocamos tantas veces al día que convertimos las miradas 
en un carnaval de máscaras, pero sabes? 
Te quiero.

Porque ayer me has cogido de la mano y en ese momento 
se ha incendiado el calendario y creo que, el reloj de sol, se ha parado para vernos sonreír.
Ayer, a las seis, de la tarde, volvimos a cruzarnos como hacía ya tiempo que no, 
y nos pareció una hora perfecta para desayunarnos principios. 

Y la vida a tu lado parecían rastrojos de una fiesta que había acabado tarde 
y que dejó, las calles repletas de serpentinas de mil colores. 
La noche que me despida de ti, abriré champagne en honor a tus modos, 
y a los deseos que no cumplimos, prometido? 
Te quiero.

Decía que ayer nos desayunamos tarde, pero de la mano, 
y me abrazaste de vuelta a casa mientras el mundo estaba durmiendo 
los restos de una fiesta de glamour. 

Decía que solo nosotros deambulamos por la cuerda floja hecha barrera 
de un año que comienza, entre la mermelada de melocotón 
y la valentía de sucumbir una resaca.

Ayer, en lugar de apurar una uva en cada movimiento del reloj, 
me he parado a pensar en todo lo que dejamos atrás.

En que una vez fuimos pequeños, 
y tuvimos dos maestros de los que aprender, 
el tercero es para él, mi niño. 
A los cuatro me cansé de luchar y alguien me dijo, 
tienes cinco minutos para respirar, al día, ni más, ni menos. 
Seis de siete días acabé en cualquier playa 
y entre derivas, como octava maravilla, apareciste tú. 
A las nueve de una noche cualquiera fui princesa y perdí un castillo, 
diez lágrimas más por una hermana, 
y este final te lo dedico a ti, 
por volverme loca once de doce meses, 
el ultimo, lo perdí.

Decía, que ayer, mientras el mundo veía doble y tenía serias dudas de hacia dónde girar, 
tú, me agarraste de la cintura y me diste media vuelta, 
te pegaste frente a frente, e insultaste a los demás. 

Pudimos ser mejores, pero, de haber sido así, no seríamos nosotros. 

“Feliz año” dijiste, y no sabía si creerte. 
A lo mejor, no íbamos a ser felices. 
Pero sabes que, cariño? 
A ti, y a mí, nos gusta más ser valientes. 

"Vigo vístese de versos"