domingo, 26 de julio de 2015

Este es mi modo de quererte. Mucho y mal.

Sabes? Soy malísima para guardarme el tiempo en la maleta pero sigo teniendo en el móvil una foto con la misma ropa que visto escribiendo esto y está a punto de cumplir un año.
Este es el modo más mediocre que encuentro de celebrarte.
Si me abrazo a él me lleva de vuelta a casa, me despierta como cuando tú lo hacías con un "baja" y puedo oír mis pies haciendo "clap-clap" corriendo escaleras hacia el portal.
Se me pegan las puestas de sol y se me anudan en la garganta todos los te quiero que todavía no te he dicho.
A lo mejor no sabemos hacerlo bien pero queremos intentarlo y eso se merece una ovación en pie, no crees? Que guardar un recuerdo solo es el modo más práctico de no olvidar el cuándo ni el cómo fuimos felices, o el billete perfecto para no querer dejar de serlo nunca.
A lo mejor no me lees y seguro no me contestas pero si siempre estuvieras dejarías de ser el chico de la camiseta blanca que desaparece en cuanto me propongo ir detrás.
Quién sabe, tal vez no funcione o tal vez tenga que probar a guardar aquella foto otra media vida más hasta que se rinda por un nosotros.
A lo mejor es que hubo un tiempo en que fuimos felices y todavía queremos serlo.
Que me quieres tanto como yo te quiero o que me gusta pensarlo para tirar
dientes de león al aire y volver a desearnos,
suerte.

Desde Madrid no puedo ver estrellas fugaces pero eso tiene sus ventajas,
tampoco tengo ninguna desde la qué estrellarme.

A lo mejor puedes ser el sueño y el golpe si quieres,
pero seguro que seguirás siendo siempre el "vuelve" que nunca quiero tener que decirte.

Este es mi modo de quererte, mucho y mal, y este es mi modo de pedir perdón por el pasado,
lo cargo, y sí
me cuesta.

Pero no te olvido.

Ni quiero hacerlo.

Voy a soltarte.

Voy a cerrarnos con un beso el pasado como quien cierra la puerta de atrás después de irse
Para no volver.

Voy a echarte de más hasta aburrirme, este es el plan.

Quiero despertarte como si nunca pudiese hacerlo antes. 
Voy a acostarme contigo como si la horizontalidad fuera también, luchar contra la gravedad que te lleva. 
Voy a parar todos los trenes que haga falta para que no te vayas. 
A congelar las terminales en pleno Agosto, 
a crear tormentas en todas partes, 
a inundar esta ciudad de desastres para aprender a navegar de tu mano. 
Voy a ahogarme en el baso de agua que dejas sobre la mesa antes de dormirte para que tengas que venir a salvarme. 
Voy a volar más alto de lo que nunca imaginaste para que te crezcan alas por seguirme. 
Voy a aburrirme de escribirte, para desear leerte. 
Voy a besarte en miedo, 
quererte en beso, 
y mirarte en braille. 
Voy a desaparecer para que vengas a buscarme. 
Para que aprendas a despedirte tú también,
para que te duela perder y te veas sin poder ganarme esta carrera de imposibilidades. 
Voy a sentirte hasta cuando no pueda tocarte, y a correrme para acercarme una y mil veces. 
Voy a hacer la cama con las ganas de deshacerla, la comida con la esperanza de que vengas, las duchas con el desnudo de que seas, solamente tu el motivo de acabar temblando, y nunca sea de frío. 
Voy a besarte en la nuca, 
en el codo izquierdo en el cuello, 
en la parte posterior de tu rodilla mala, 
en la cadera en el ombligo 
en la espalda 
en el tercer lunar impar de todos los días pares en los que pueda encontrarte al llegar a casa, 
pero jamás te besaré en la boca. 
Y no voy a decirte que te quiero porque lo imposible a esas alturas ya sería no hacerlo. 
Si no lo entiendes, explícame tú. 
Yo hace mucho tiempo que dejé de verlo. 
Voy a agarrarte de la mano justo antes de llegar al Norte. 
Voy  a llevarte a aquella playa que solo y siempre lleva tu nombre. 
Voy a espumarte la sonrisa y a quitarte el verde de los ojos al mirarte. 
Voy a robarte hasta lo que nunca tuviste. 
Voy a hacer de todo contigo, sin llegar a conocerte. 
Voy a atarte a la cama de pies y manos solo para suplicarte que no te vayas. 
Después voy a soltarte para ver como lo haces y hacia donde miras y si te giras
en el ultimo momento, para lanzarme un beso. 
Y cuando ya no estés, voy a decirte que sí, te quiero. 
Que te quiero más que a mí y que por eso no me encuentro, 
que yo nunca me aburro de echarte de más, 
pero que estoy harta de echarte de menos. 
Que la falta que me haces es una absurda carencia de léxico que no me deja explicarme.  

Este es el plan. 
Voy a soltarte
Solo para ver
Si vienes a buscarme.



Para no volver.

miércoles, 22 de julio de 2015

El valor de los valientes.


Recuerdo cuando dijiste que nos estábamos dejando. Ni siquiera tendríamos que haber pensado en que eso fuera triste. Nos estábamos, que es mas de lo que nos tenemos ahora que ni nos acordamos del sabor de aquel café a eso de las siete. Me gustabas mas cuando me dolías lentamente. Cuando me sonreias con los ojos y me tratabas de usted. Nos gustaba mas cuando la cordialidad y la locura jugaban en el mismo bando. Cuando no existían las putas baratas, ni los sueños a comisión. Cuando abrir las alas y subirse la falda iban de la mano y de cabeza a una bañera repleta de espuma y espera.
Recuerdo cuando dijiste que nos estabamos dejando porque los dos nos reímos de ello como poniéndolo en duda sin sabanas. Tampoco hicimos tanto, pero en cada detalle oportunidad y beso lo hicimos bien. Pusimos la ilusión y la sorpresa en el punto justo para que felicidad supiera como suenan los vinilos. Te acuerdas? A desayuno en la cama y ausencia de miedo. A vistas directas mar abierto pizza caliente cerveza fría sexo en el suelo. Pusimos la ilusión y la sorpresa y las esperas y las terminales. Pusimos miles de millones de puntos que nunca soñaron con finales. Nos pusimos como si aquel arrebato puesta de sol no fuese a acabar nunca. Nos pusimos el sabor en la boca tan bonito y sincero que a los dos nos entró la risa cuando dijiste que nos estábamos dejando. Nos estábamos dejando de desconocer del todo y de saborear en verso lengua incluida. Nos estábamos queriendo querer. Eres mi mejor compañía, soledad de estación partida, la mitad de la mitad de mi huida, vuelta a casa, recuerdo querer y sexo. Eres las ganas de abrir batalla el calor de en cama destapada, un broche desabrochado a ras del suelo. La carcajada de la mentira del nos estamos dejando queriendo decir que queremos volver a mentirnos con los ojos. Y las manos sobre la piel. El valor de los valientes. Volver a volver.

A y B 19:34h

A y B hasta la Z subiendo escaleras.
A veces se puede pero nunca lo olvida
B busca el camino difícil para llegarla lejos.
El punto medio intersección del desastre.
A se cuela en la cama del miedo y pide perdón por haberlo hecho mal.
A la mañana siguiente solo quiere volver a hacerlo.
B vuelve al lugar de siempre y le sube la falda con lentitud.
A bre las piernas y se deja marca.
B deshace el hielo del café con la lengua y juega a los veranos eternos con los dedos.
A suena en un vinilo viejo mientras se revuelca en el suelo de una casa ajena.
B suma un guiño esquivo y sigue jugando partidas perdidas.
Bebe de una copa rota cerveza fría y espera dentro de la bañera
A no tiene frío y se desnuda sin pedir permiso.
Después se besan los pies, se secan y sacan vergüenzas.
En la cocina la mesa puesta
Y A contesta, jamas como ella
Celosa de ello
Aveces perdonan pero no se olvidan
Por la mañana café caliente
Arrebato de risas
Buenos días chica.
Te llevo a casa
No te olvides las ganas
De volver a vernos sobre la cama
A y B hasta la Z bajan las escaleras del cuento
Como a punto de cerrar el libro
Gafas de sol
Cara de niños desconocidos
A punto de conocerse
Hasta el escondite
De media vida.
Beso en la boca
Y promesas de volver a volver a empezar a contar de nuevo esta historia por el final
Para no tener que despedirse
A y B vuelven a verse
Y vuelta a empezar.
A ella le tiemblan los dedos
Bebe y el le sube la falda.
Nunca acabaron de conocerse
Ni quisieron poder hacerlo
Para no tener que despedirse.
Suena un vinilo toca a recuerdo
Gracias locura por dejarme
Tirada en el suelo
De aquella casa
Tan ajena
Como impropia
Si me desnudo
Jamas sera
Porque B
Me diga que es
Lo que no tengo que hacer
Cuando no está.
Se hace de noche en la ciudad del viento
Café con hielo
Y una carta de agradecimiento sobre la mesa
Que dice, no vuelvas, para no tener que volver a volver a hacerlo.
A, Beces cuestas.
Pero nunca olvido.

domingo, 19 de julio de 2015

De las palmas de las manos que nunca llegaron a conocerte

Solo sé que podría haberlo intentado
pero que nuca me habría cansado de decirte la falta que todavía me haces.
De ti que prefieres el norte, que la meseta nunca será tu casa aunque me empeñe en ponerte la mesa a eso de las dos y media.
Que te gusta dormir en el lado derecho de la cama y de medio lado
y si mueves los brazos solo es para comprobar que no vuelves a hacerlo solo.
Que haces el amor porque quieres pero que escondes pecados por querer solo a medias.
Que llegas tarde siempre porque odias ver pasar las horas.
Que estás cargado de miedos, pero que nunca lo dices.
Que odias los te quiero y ni siquiera te empeñas en escribirlos
y aunque lo hicieras el mundo tendría que ponerte de frente y verte a los ojos 
para saber que no mientes.  
Que solo dices la verdad y por eso te callas.
Que no te cuestan los besos que vas dando pero te duelen los que no has dado.
Que tienes el corazón más grande que cualquier metro cuadrado de casa 
y por eso navegas playas enteras como si no fueras a encallarte en la arena
Y que cuando lo haces siempre llevas una maleta a cuestas 
como a punto de despedirte.
Y yo perdiendo la cuenta de las veces que te fuiste.
Que fumas porque nunca has pensado en dejar de hacerlo 
ni el tiempo te habló de ello.
Él podría decir de ti por cada paso que has dado el doble de cosas que yo 
pero no pondría fe 
ni corazón 
ni herida en ello.
También sé que no te gustan los versos de cuentos de hadas
que no crees en las princesas ni en los héroes 
que si ganas es solo y siempre porque quieres.
Que volver a casa es la rutina que te lava la ropa los sábados por la mañana 
mientras duermes las cervezas de una noche a cuestas que no pesa
y que ellos nunca pasan para no volver a verlos.
Que tienes las manos repletas de sueños pero no te gusta enseñarlas
que vistes una marca de posibilidades imposibles sobre el hombro derecho
mil cicatrices de guerras de historias que nunca te inventas 
y la sonrisa partida porque regalarla entera sería un destroce.
Sé que te encanta ver el mar desde las rocas
a la sombra de un árbol más viejo que el tiempo que llevábamos viéndonos
que no es difícil 
y que solo hay un lugar que te recuerde a mi.
Que no te giras cuando ves un culo cruzar la calle 
pero lo haces cuando lo que quieres se cruza por delante 
y he dejado de ser yo.
Que odias las ciudades grandes y los juegos de niños 
pero te encanta buscar una sonrisa entre los arbustos como creando un recuerdo y siendo pequeño.
Que no sabes tocar la guitarra pero te lo inventas mejor que nadie 
y que no cantas para no decir lo que nunca pensaste que querrías callarte.

Si me paro a echar cuentas de cuánto puedo contarte con los dedos caigo en ellas 
y al tener las manos abiertas veo que ya no puedo seguirte. 
Así que me cubro la cara para llorarte a sal y recuerdo 
por haberme dejado marcharte sin llegar a retenerte.
Yo que pensaba que estabas aquí para quedarte
y tu planeando un nuevo destino para escaparte sin llevarme.

Atentamente:

de las palmas
de las manos
que nunca llegaron

a conocerte.

jueves, 16 de julio de 2015

Cuando todo va bien.

Puente quería volver a casa sin necesidad de festivos.
Mirar hacia atrás nunca pudo ser digno de celebrar.
Punte quería ver mar desde las alturas y solo miraba asfalto.
Poner a punta de pistola cualquier coche al azar y obligarlo al norte.
Puente con el pelo en contra del viento le lloraba a la vida pero ella nunca cogía el teléfono.
Y puente se descalzaba los pasos que había dado en falso, se despojaba de la ropa que no había comprado y cantaba en voz alta.
Puente levanta los brazos de repente como queriendo volar para irse.
La soga al cuello marca trabajo esfuerzo y rutina y los sueños no llegan ni la mitad de arriba de lo que lo hicieron algún día.
Puente no quiere estar sola por las noches pero quiere perderse de día.
Todo va bien pero no camina.
Se mancha de sangre pero no le duelen las heridas.
Se mira las palmas de las manos y no se encuentra.
Puente no entiende de libertad desde su nueva casa,
vuelve a crear en su cabeza lo que nunca quiso y lo pone en venta.
Negocia con la muerte y su traje de domingo.
Le cambia la corbata y le venda los ojos.
Ella no contesta cuándo pero siempre es pronto.
Demasiado tarde para no hacerlo.
Puente se borra el maquillaje del intento de ser alguien que la cubre con los dedos, se arranca una a una las  pestañas para pedir deseos.
Ya no encuentra estrellas fugaces de las que colgarse para estrellarse.
Puente no sabe, no contesta.
Se pinta los labios de rojo y se retuerce hasta besarse la nuca.
Puente es soledad y fuerza,
el dolor de nadie,
el quererlo cerca.
Puente se asoma a una ventana de rejas con vistas arena negra.
A puente nadie la agarra de la mano y sola puente escoge el lugar que la lleve de vuelta a la felicidad que nunca encontró cuando se buscaba.
Mira los zapatos de su madre y salta.
Puente pierde en el salto el espacio entre el punto intersección y el suelo.
La barandilla a una autopista.
Noroeste es volver a casa.
Puente besa la libertad y un coche atropella sus miedos.
Sigue sangrando, pero no le duele.
Puente tenía que tirarse de si misma para volver a vivir tranquila
a saberse en casa
arena de playa
sonrisa en la cara
carmín y
camas de hotel.
Puente es nosotros
Cuando todo va bien...
Pero algo va mal.

miércoles, 8 de julio de 2015

Para no tener...

Cargo una diagonal azul al pecho que dice que sangro.
Y qué si sangro?
Cargo un anillo de alambre al dedo que se clava y me dueles.
Por tu recuerdo.
Cargo con el peso de haberlo hecho mal por echarte de menos.
Cargo la risa que no me arrancaste, que él quiso quedarse.
Para no tener

Cargo con la certeza con la que puedo decirte que no quise irme.
Con una noche en vela de lo sientos perdones y pecados.
Los gritos a medias, y los orgasmos.
Cargo con la ventana abierta por la que no entraba el aire.
Y no puedo respirarte.
Seiscientas gotitas de agua hacia el norte y brindo con ellas por no volver a verte.
Cargo con los errores porque no quiero hacerlo bien.
Para no tener.

Cargo con los motivos que me llevan a escribirme.
Con el día que le dije a mi padre que quería irme.
Con no haber vuelto.
Cargo una vida de mierda que me hace feliz.
Una rutina de la que me desprendo siempre que puedo.
Cargo un casi cáncer en el pecho por mi abuelo de fumar venganzas y victorias nunca dadas.
Cargo el casi hijo que mataste
Porque nunca me quisiste.
Por la poca apuesta con tus ojos,
Mejor labios de judas
A veces llora por las noches
Yo me beso el ombligo, no se como lo hago pero me beso el ombligo
Y le digo tranquilo y le canto mil nanas de cuna y de muerte
Le digo que ya habrá tiempo para los valientes.
Que esta guerra se queda pequeña a su lado
Que el no quiso verte crecerme
Como culpándolo
Para no tener

Cargo con el columpio del que me colgaba cada noche a esperarte
Con el nudo de las cadenas atadas a los tobillos
Y camino, pasito a pasito hacia delante.
Me alejo del semblante de tu cara frente al mar e intento convecerme de que soy mas de montaña.
Que yo soy mas de los centros
De los  centros de los ojos de tu cara.
Que yo soy mas de perder batallas que de ganarlas.
Ya sabes para qué.

Cargo un anzuelo a la nuca como una cruz en un mapa que me dice familia
Que me empuja hacia abajo
Que le puede la piedra
Que me ahogo y a pesar de todo
no elijo respirarte.
Cargo una vela entre las manos
Encendida
Por si todavía me quedan fuerzas para rezarte.
Dos minutos mas amor
Dos minutos mas y la apaga este viento levante.
Levantarme por la mañana y no verte.
Acostarme a media tarde
Esta ciudad repleta de calles
Esta ciudad tan sola de nadies.
Esta ciudad que nunca sera la mía.
Pero que me ha cogido de los sueños
Y no me deja marcharme.
Por mucho que seas tu
El que viene
A buscarme.
Para no tener.

jueves, 2 de julio de 2015

Buen viaje.

Que sería Madrid si no estuviera llena de gente sola.

Día cero después de ti.

El miedo es una excusa para que no te vayas.

Día uno después de ti.

No conozco ni un solo calendario que haya terminado sin puntos suspensivos.

Día dos después de ti.

El miedo apetece, la muerte se elige.

Día tres después de ti.

Empiezan las obras de la nueva autopista entre las ruinas.

Día cuatro después de ti.

Alguien se ha dedicado a barrer toda esa mierda.

Día cinco después.

De ti me quedo lo que me vales.

Día seis.

Después de la resaca conservo la borrachera.

Día.

Siete minutos más y rompe a llover en el desierto.

Noche.

Cero.

Después. 
                De mí. 
                           Misma.

Me apetece el miedo.

No hablo del miedo de perderte, ni del miedo a la muerte, ni del miedo, peor, a una vida ajena vivida como propia.
Me apetece el miedo de salir a la calle a escondidas. 
De taparme los ojos, de coserme la boca con las manos con las que antes paría victorias.
Me apetece el miedo a que hay detrás de una sonrisa, el miedo al cuántos de ellos darían su tierra por matar mil niños, el miedo a las mujeres que revientan por los aires la injusticia de sus pasos, el miedo al poco miedo a los finales y el cuanto al cambio tu guerra por mi paz con la que duermen.
Me apetece saberte lejos y creerme muerta justo al salir de casa.
Me apetece no poder decir que estoy bien.
Me apetece comerme el drama y tragarme la mentira y vomitar el pánico del después de volver a volver a ver un país en guerra.
Me apetece dejar de quererte tanto para empezar a quererme bien.
Vender tu ausencia a precio de coste
que nadie venga a buscarme
ser la valiente del cuento
cagada de miedo
cargada de sueños
que ni se parezcan a todas mis metas del hasta ahora
querer huir de los brazos de una madre que te ahoga
y que te agarra de ambos lados del cuello
y que te dice, ahora grítale a los tuyos
que vengan a buscarte
si es que no
los quieres tanto.

Me apetece el miedo

para mantenerme a salvo. 

Cambio tu libertad por mis penas.


La felicidad antes de ti tenía mi nombre.
Estos días de casa y abrazo me he cuestionado en voz baja a donde nos lleva esa rutina del    sin-tenerte. Sigo sin entenderme.
Esperarte como sinónimo, kilómetro cero, vuelos perdidos.
Caben tantos besos en tu pecho como despedidas llevo entre los dedos
ya no tengo espacio.
Ni tiempo.
Me alimento del detalle que te sigue, disculpa si nunca lo dije.
Vivo del manojo de caminos que te cruzan y te hacen. Que me pierdes.
El gesto de tu pulgar limpiándome la comisura izquierda de ganas.
El modo en el que levantas una ceja cuando no te entiendes
O esa forma que tienes de acariciarme el pelo por las noches hasta dormirme los sueños.
De saber, porque sé que sabes, que guardo los libros bajo la cama
y no preguntas porque entiendes.
Una mañana me desperté y estabas, juro que estabas, tan verdad y tan fe y tan credo y tan cierto que me pesaron los ojos
como si todas tus huidas volvieran de golpe
bailándome cerca
como cuando no te encuentro sobre la cama pero se me pega tu falta
y enciendo la luz
a toda prisa
no sea que nos engulla de nuevo la pesadilla.
Fundida, perdida, te encuentro y nos toca, la despedida.
Y es tan día y tan sol y tan poco mentira que lloro mirándote a los ojos.
Esta es mi manera de echarte la culpa, y decirte que vuelve, si quieres.
Que cuidate la risa, que sé feliz, vida, que playa siempre es casa,
que cuando quieras quererme sin despedidas sigo.
Y tú no dejas de reir, ojos verdes de certeza de unas ocho de la mañana, estrella.
Y te alejas. Y necesitaría millones de escaleras de metro como estas para un suicidio colectivo,
yo y todas mis mierdas.
Así que me siento con ellas y rezo, porque en algo hay que creernos y rezo
a las cervezas de esas noches
al llegar a casa y verte
a mi carrera al tiempo subiendo la cuesta de la plaza
con la sonrisa en los brazos de saberte en el mismo sitio en el que te dejé
sobre la cama.
Le rezo mucho y mal a esas duchas compartidas porque lo único que sé hacer mejor es querer
y nunca es a mi
Me enciendo un cigarro y le rezo a las noches de parques y verdes
y tiro el cigarro y le rezo al verte llorándome mil lo sientos
que no me valen, de nada.
No estabas.
A cada beso que no quisiste darme.
Quién sabe. Que diga.
Ya te agarro de la mano sin que estés y me araño mareas en contra, noches en vela.
Que ya te eche de menos puede que sea
solo una carencia de léxico,
o que no sepa como decirte
que no puedo que te vayas.
Que no puedo, que te vayas.
Que la herida que me hago si me faltas no se marcha con dos noches y tres hielos,
otra copa, por favor.
Que alguien venga y que me diga, si no mueren de esperas ellos, cuanto les queda para morir de desesperanzas?

La felicidad, antes de ti, era una playa.