lunes, 27 de abril de 2015

Sigue siendo todo lodo.

Y es que a lo mejor tengo
Que buscarme la vida sin ti
Madrid hace horas ya
que dejó de lloverte
A ver si aprendo.
Cuando no llega el llanto para ello
Busco otra forma de ahogarme.
No tendrías que haber venido
Era tarde y yo
Que seguía pensando en que
si te abría la puerta
Todo seria como antes.
Cuanto han cambiado las cosas
No?
Que un te quiero nos pague los viajes
Pero sin el impuesto de ganas
Por que tal vez salgamos
Perdiendo
Camino
Y de vez en cuando me encuentro mordiendo el calendario
Diciendo venga, vamos.
Sugestiones, lo llamo.
Otra parte del sueño
Contigo
Y es que a lo mejor tengo
que buscarme la vida sin ti
O es que a lo mejor, no quiero
encontrarla.

domingo, 26 de abril de 2015

Y así no podemos cambiar el mundo.

Queréis a medias
sin carreras
cuando el secreto está en romper-las
reglas
y dejarse ver la herida
y mancharse con la carne ajena
y cicatrizar hacia fuera,
que no lo entendéis.
En lucir marca de tiempo
y falta de ganas
porque os faltan ganas
y os sobran pérdidas.
Queréis a medias,
bebéis sin sed,
os disfrazáis de la persona que queréis ser
la mañana que no queréis ser nadie,
que es lo único que sois.
Lloráis, como buscando consuelo en otros brazos
y usáis la sonrisa para crear nuevos llantos,
para ocultar el vuestro.
Compráis besos, y en el punto medio de todo eso
os encontráis vendiendo lo único que es vuestro,
la vida.
Falta trabajo
La culpa es de ellos
Queremos ser como ellos
Queremos el día internacional del traje
El día internacional del sobre
El día internacional en contra del día internacional del resto
Del mundo.
Queremos sudar lo justo
Que vamos a cobrar lo mismo

Dejadme que os diga que a lo mejor
Vais a cobrar lo mismo
Por que os esforzáis lo justo
Y porque lleváis haciéndolo
Toda la vida
Y porque no quereis
Dejar de hacerlo
Y a lo mejor por vosotros
Nosotros
No conseguimos
Cambiar el mundo.

viernes, 24 de abril de 2015

Si no fuera yo tú tampoco.

Si solo te hubieras dejado la risa
y no las ganas.
Si en lugar de distancia
hubieras besos.
Si pensarte no fuera como rezar
a un dios prohibido
de una religión perdida
de un país olvidado
de otro planeta
sin ti.
Si mirarte a los ojos no sonara
tan música
ni tocarte
tan grito
ni pensarte
tan libro.
Si no fueras tú,
tan imposible como siempre,
no tendría sentido dolerte,
escribirte o llorarte
difunto de tiempo
o incluso de ganas.
Si no fuera yo
tú tampoco,
admítelo.

Pero solo contigo

Me abrazaste, y te fuiste.
A mí me tocó quedarme como todas aquellas veces
con el te quiero entre los dientes sosteniéndome la sonrisa
ahogándome en este mar de mil ausencias y solo una,
la tuya.
Siempre tendremos entre los dedos las despedidas que abarca el tiempo, todas,
y si nos faltan tú las inventas.
Rompo a llorar y miro atrás como si fueras a volver
echándole una carrera al sol y quisieras abrazarme por la espalda
otra noche más de tantas. Y tan pocas.
Dolerse no es amor pero. Y tú.
Que ni nada ni nadie. Yo, que contigo siempre.
Me sobran ganas. Una vez más, una vez más, una vez más,
una vez más tú te vas y yo me quedo queriendo quererme a solas
pero nunca funciona.
Soñar acabó por jodernos las noches en vela.
Es una pena que ya no sepa cerrar los ojos
si no me agarras de la mano.
Que compre libros como quehaceres en mis ratos libres
y no sean tu boca.
Que hayamos esperado tanto por el te quiero.
Que matáramos los versos que tanta sangre nos costaron
y así, olvidando principios no dejamos de soltarnos
esperas y esperanzas.
Es una pena, es una pena que te haya besado en cada estación
y que hayamos sobrevolado las noches tan lejos de aquellos caminos de siempre.
Es una pena que todas las rutas vuelvan a tener tu nombre
y ya no quepan esperanzas de encontrarte a más de seiscientos
kilómetros de distancia.
Es una pena, una casa, una paya, mi arena en Madrid.
Es una pena, de veras, es una pena que siga llorando desde que te vi partir
en lugar de salir corriendo detrás tuya y decirte que siempre...
ya sabes, que a mí siempre me quedarán las ganas
de quererte más
que a nada.

Apareciste y yo, pude destruir el mundo.

Apareciste esa tarde en la que Becker nos dedicaba un tango y Zeppelín sonaba en acústico,
en la que un Dios dijo que paz y lo creyeron, el día cero,
la misma en la que Klimt nos pintó el beso
y lo arrojó a las manos del tiempo para ver qué pasaba y si olvido.
Cuando sabina era un niño,
en el preciso instante en el que Chaplin inventaba la risa y desde un tanque de guerra se firmaba la paz y la fe y los calendarios.
Los folios nacían de los árboles sin que nadie los sangrara y
volaban esperanzas sobre miradas ajenas con bigote y ansias de poder.
La misma de la destrucción del mar en mil pedazos
en la que los piratas cortaron las olas en gotitas y tomaron el mundo.
Ottis Reddin leía Buckowski,
sonaba un vals como principio.
Estábamos todos excepto ausencia que caminaba de la mano de su llanto por una terminal desierta
y comprendía que la felicidad era un lugar
al que nunca llegarían.

Sigo pensando que no era la banda sonora,
era el modo en que soñaba el resto del mundo,
como siempre,
y en que yo me había parado a oírlo para entenderlo.

Que soy el fruto prohibido y la costilla,
el pecado, capital de otro planeta,
la falta de ausencias,
el Credo de todas la religiones juntas,
los ojos de mil colores,
las manos al aire,
me crecieron alas,
pisaba arena,
soñaba libertades
hasta que me di cuenta de que solo eras tú.
Desde ese momento maté al niño para no tener que verlo crecer.
Eché raíces solo para no tener que despedirme.
No me asusta querer, no existe.
Prefiero la guerra a las rosas sin ti.
Gracias, Picasso, por pintar el Guernica,
la vida tenía que ser en blanco y negro,
no había otro modo de verlo.
Mandaron los malos,
matamos con nuestras propias manos a los buenos,
nos gustan los llantos,
soñamos despiertos,
no queda tiempo para cerrar los ojos.
Vivimos en el centro de la terminal que dijimos que nunca pisaríamos pero todavía tenemos folios, y sangre. Así que queríamos contaros eso que dijeron de que el mundo no depende de tus ojos, sino de los suyos.

Apareciste esa tarde en la que mojarse era caminar bajo la lluvia y me sacaste a bailar.
Al acabar me dijiste que nunca sería la mejor en nada,
pero que sabías que me gustaba hacerlo mal.
Después te fuiste porque desde tus ojos, lo sé,
desde tus ojos podría haber rehecho el mundo
pero algo me hacía querer destruirlo.

Todavía busco la manera de darte las gracias
por eso que no sé si quiero
y que tal vez sea un lo siento.
Yo no quería
joder
el tiempo. 

martes, 21 de abril de 2015

Elefantes

Porque cuando me agarras de la mano
soy más la libertad del poco tiempo
y la distancia
que si fuera incierta la medida.
Porque no te quiero como se quiere atando,
te quiero por lo que eres
cuando no eres conmigo
y por lo que soy
cuando te miro a los ojos.
Te quiero lejos y quiero la espera y
las vistas del camino cuando te acercas.
Sobre arena de playa,
cielo y cama.
Vestido de miedos y desnudo de besos
para arrancarte en piel e historia
lo que nunca nuestro
aunque sí imposible.
Te quiero a sabiendas de que comprendes
la utopía de que te entienda,
de la huida, de tu mano,
de las vueltas y el regreso,
de Madrid y tus ojos.
Te quiero por cobarde y por valiente.
Por ser calma y más tormenta.
Por lloverme y silenciarme.
Por perderme en mitad de una ciudad
repleta de gente y hacerme
sentir sola, muda, ciega y sobre todo sorda.
Porque callabas la Gran Vía
si me agarrabas la cara
y me pegabas a tu pecho con cuidado.
Con cuidado,
estoy deseando romperme
para tener que poner todo mi empeño
en cada uno de los mil pedazos,
por separado,
en los que me conviertas,
para quererte.
Como dijimos que siempre,
como lloramos presentes,
como nunca nadie, nosotros.
Que nos agarramos de la mano y sobran
los más de seiscientos kilómetros
de distancia que nos separan,
para soñarnos.

domingo, 12 de abril de 2015

Desnuda de miedos dime...

Prometo que nunca, y también que siempre. 
Juro imposibles cargados de ganas. 
Pierdo por el simple gusto de verte ganar a ti. 
Fumo, porque la vida nos maltrata lo suficiente 
como para no querer recortarla un poco. 
Bebo para ahogarme entre sirenas desnudas y 
contarle a ella todas mis líneas. 
Escribo lo que nunca te diría mirándote a los ojos. 
Me quedo sin ropa por el mero placer de cubrirme de nada 
y sentir la ausencia de léxico que nos falta 
cuando el frío no me alcanza tan adentro y 
quiero decirte que te quiero, 
pero no como todos te han dicho que te quieren 
si no de otro modo. 
Me alejo para verte ausente y sentir 
la falta de lluvia sobre los hombros. 
Sueño por todos los que dijeron jamás 
a los que yo contesté gritando con un vencimos, 
aunque no fuera cierto. 
Sonrío por gusto a la mirada ajena. 
Camino hacia ningún lugar sabiendo 
que no podría perderme mientras me agarre de la mano 
y crea que es la tuya. 
Soy la tonta que vuelve mil veces para verte ser feliz sin mí 
y afirmar que la vida son esos pedacitos de esperanza 
que ganamos con cada abrazo o con uno de esos besos 
justo en la comisura izquierda de otra boca. 
No me reconozco si me enfrento a un espejo y no pienso en mi padre. 
He sangrado de versos, corazón, manos y rodillas 
sin dejar de amar el intento en vano. 
Soy la nada, el nadie, ningún lugar. 
Ahora dime, ¿De cuántos miedos más me tengo que despojar para que me re-conozcas? 
He creado de tu ombligo trinchera para morir en silencio, 
ya no lato a toda voz ni quiero salir corriendo, 
nadie me explicó lo que era el miedo. 
Tienes el tiempo entre los dedos, 
dispara cuando quieras
a mí ya no me queda nada más que sacarme y así, 
desnuda de principios, 
te regalo todos mis finales. 
Siempre se te ha dado bien poner el punto 
y acabar cada página
aunque fuera en blanco.

miércoles, 8 de abril de 2015

Un niño y su llanto vivo, sugestiones

No voy a leerme llorando porque me he vaciado escribiendo
y pensando en el miedo que cabe en un sueño cuando te mira por dentro
y te dice que sigue, que casi.
Que has venido por esa parte en la que nadie creía y por ti que tampoco creíste que nunca. 
Hace demasiados kilómetros que no oigo romperse una ola y eso es la distancia,
las ganas de ver llover y esta ausencia.
Tuvimos fe, después la vendimos a precio de coste,
tuvimos sed, nos bebimos los gastos y de las heridas elegimos no decir media palabra. 
Sonreíamos como si todo fuera bien, porque a lo mejor iba.
Una noche en mi casa soñé los imposibles que ahora me abrazan por la espalda
y soñé que estabas justo enfrente con tu varita mágica cumpliendo versos
y que sonreías como no has dejado de hacerlo desde la primera noche que llegué aquí
y supe que no me confundí sabiéndote cerca.
Después me despertaba con ojeras,
porque me gustaban las ojeras,
porque no podía quitarme esas ojeras
y caminaba rutinas con desgana y el tiempo al cuello
y olía a playa pero nunca me daba cuenta.
Cuánto han cambiado las cosas, y o sigue pareciendo poco.
Es solo un primer paso, viniste dando miles pero este cuesta cientos. –Pienso-.
Después me duermo e imagino desgracias,
catástrofes naturales, muertes, hogares, deseos perdidos,
la falta de inocencia, un niño y su llanto.
Sueño un niño un llanto.
Soy un niño y su llanto cuando no lo agarran de la mano
y tiene hambre
y tiene sueños
y no se entiende
y tiene tanto que perderos
que soy un niño y su llanto.
Que no me entiendo.
Me despierto y corro y me abrazo y me masturbo y me echo de menos 
y distancia y casa y ausencia y playa y asfalto en las rodillas sangrando 
y sueños, cicatrices, cenizas, de nuevo sueños.
Te tengo delante y quiero decirte que vine a verte, mago de palabras,
porque llevabas en los ojos las ganas de ser el padre de mis líneas, o eso creo.
Vivo sugestiones,
no se si lloro
o me lluevo
como antes.





martes, 7 de abril de 2015

Estamos solos y desnudos vamos

Ojalá aparezca alguien
una mañana cualquiera y venga
para explicarnos que es el querer.

Que nos haga ver que
acariciar un desnudo integral
es habitar los sueños de otro
y que hay algo más
detrás de un orgasmo
o de una mera puesta de sol
en plena madrugada.

Ojalá venga ese alguien que con solo un gesto
nos invite a acordarnos del nombre
que nunca borramos de nuestra lista de contactos
por miedo al tiempo y por si, ya sabes,
el pasado vuelve.

Que nos abrace fuerte,
nos bese en la frente y nos diga
que no, que las cosas ya no van a ir bien.
Que han llegado los siglos del hambre
y llorar se ha vuelto obligación.
Que no nos queda nadie a quien pedirle
el simple favor de una mirada.
Que estamos solos.

Ojalá llegue ese alguien y nos robe el desayuno,
el número de cuenta y todo
lo que nunca nos hizo tanta falta.
Porque esa mañana
desnudos de prescindibles sabremos
que echar de menos es culpa nuestra,
que las distancias caben en el bolsillo
de la única chaqueta que tendremos
y con las suelas rotas también podemos
salir a la calle,
esquivar carteras sin doble fondo
y correr hacia la inicial en formato código postal
del primer nombre que se nos pasó por la cabeza
en el momento en que nos explicó
el significado de querer-
se, un poquito más, si cabe.
Dijo, "un poquito más, sí, cabe".
Y quisimos
entenderlo.

lunes, 6 de abril de 2015

Querer en dos lenguas y un verso de mar

La locura es personal
La soledad ausencia de sujeto
La lluvia un recuerdo

Supongo por no creer que tenerte lejos es solo un modo más de dolerme en silencio,
la excusa perfecta dada al verde de tus ojos, de mi tierra
acompañada de un vuelvo cada vez que piso asfalto y no es de tu mano.

Loitamos por todos aqueles que non puideron facelo no seu tempo. 
Luchamos por todos aquellos que no pudieron hacerlo en su tiempo.

Lembramos, por mor das costas, dalgunha praia, de alguén, o que nunca fumos. 
Recordamos por culpa de de orillas de playas, de alguien, lo que nunca fuimos.

Cuidamos el acento como el sabor en boca del beso en montaña a mil metros sobre el nivel del mar, oliendo a sal, saboreando la libertad como el único principio que no traicionaríamos, jamás.
-Dijimos desde la jaula que forjamos a besos.-
Si perdemos el norte,
solo tenemos que volver a casa.
Cuando en realidad desertar de un vuelo era mucho más que eso.

Xuro pola lingua que inda non bicamos que tentaremos ollar o futuro con forza e sangue. 
Juro, por la lengua que aún no besamos, que intentaremos mirar hacia el futuro con fuerza y sangre.

Inda que doa, y aunque duela, 
inda que verso, o si poema,
inda que ninguén e ningures, que nadie y nada,
inda cos pes noutros mares, sobre otra arena.

Soñaremos por los hijos de los muertos
que no han vuelto a jugarse el pulso por nada, por nadie.

Logo viu a morriña, a carencia de sono, os beizos do diaño. 
El echar de menos, la ausencia de sueño, los labios del diablo.
Y nos dejamos, besar, porque todavía creíamos en la reencarnación de la tierra y las formas,
en que sus piernas y arriesgarnos al borde del acantilado de una comisura ajena era
otra forma de saltar al vacío,
para intentar volar, pra tentar voar,
para intentar, pra tentar,
para, pra...

todolos que esgochan un bico de mar, os rezos da miña avoa, por ensinarme a medrar, cos pes na terra, e as mans no airo. 
Para todos los que ocultan un beso de mar, las oraciones de mi abuela, por enseñarme a crecer, con los pies en la tierra y las manos al aire.

La osadía de mentirnos

Nunca fuiste la media naranja
porque te conformabas
con ser la media perdida.
“En unos años” decías, pero sin un
“nosotros” de por medio.
Un calendario repleto de heridas ajenas
y sangre en los dedos,
de “por la vida” pero sin ella,
con la sonrisa por tatuaje
y no como costumbre de
ver amanecer tarde y
anochecer temprano y
solos.
Te dije “o las líneas o yo”
pero solo con los ojos
y  cerraste la puerta en silencio,
como dejando espacio
entre verso y verso,
haciendo de mis piernas
el puente a esa estrofa
final que decía:
“Siendo en blanco y negro,
ser prosa y verso,
musa y poeta
se me queda grande
imagínate entremezclarte
un color
y llamarte sin hacerlo
por tu nombre
al correrme,
como aquella noche,
pero de la mano.
No puedo ser perfecto pero
juro que intento hacernos
un hueco entre
tanta mierda”.

El sujeto en sujeción, la cuestión y el recuerdo.

Nunca es tarde para echarte de menos
total ya no vas a volver y yo no voy a regresar.

Cuando el mundo son cenizas el fuego
pasa a importarnos mas bien poco pero la sed
sigue dentro.

Quiero volver a querer cogerte con dos dedos,
entre el índice y el pulgar,
abrirte y obligarte a sujetar las riendas de mi vida.
Siempre fuiste como una de esas pinzas de madera
que si fuerzas se desmonta y vuelves a montar hasta cogerle cariño y
justo ahí un calcetín viejo la hace saltar al vacío y nunca vuelves a verla.
Sabes que está en un lugar mejor
acompañada de algodón,
que sigue viva a pesar del golpe,
pero saltó
al vacío,
ocupó en él su lugar y este es para ti,
esta nada se esconde dentro en formato recuerdo
y la vida sigue sonriendo,
sobre todo las mañanas de calor.
Y vendrán otras pinzas y volverán a caerse pero nunca serán ella,
la que se desmontaba y tu montabas con el paso del tiempo
haciendo al cariño.

Con el paso del cariño vino el tiempo.
Nunca es tarde para echarte de menos.
Este cuento metáfora reflejo del absurdo silencio un medio día más en casa y sugestiones
es solo una excusa para decirte que si vuelves, que ya sé que no,
pero insisto, que si vuelves, tráete ese pedacito de madera que saltó por la ventana
la noche en la que decidiste irte.

Echo de menos todo sin ti.
Porque, joder, esos también son nuestros recuerdos.

domingo, 5 de abril de 2015

Querer de menos. Echar de más.

Querer de menos o echar de más.
Echar de menos o querer de más quiero decir.
Cuando no quedaba tiempo para mí
las horas se ahogaban en un botellín de cerveza
o se volvían humo entremezclado con tabaco barato
y demasiadas pocas dudas.

Cada noche era una puesta de sol en contra.
Alegarse era cobrarle al futuro un cheque al por mayor de esperanza
y besos nunca dados cargados de ganas.
Después dijiste que siempre,
yo conteste que nunca haciéndote un hueco en mi cama
a mas de nosecuántos kilómetros de mi casa y tu pecho,
queriendo volver a dormirme en tus brazos
mirarte a los ojos y decirte que “¿Por qué no?
Si el tiempo corre en nuestra contra y mis hijos tienen que tener tus ojos.”
y dejamos todo en manos del destino
en lugar de enfrentarnos al calendario y gritar que juntos,
que juntos podríamos ser alguien aunque solo nos nombráramos
entre las sombras de un parque abandonado en otro pueblo.

A veces el recuerdo se acuerda de nosotros y nos gasta una broma sin gracia,
te agarra de la mano y te obliga a hablarme,
a mi me obliga a quererte como aquel verano en el que quise creer
en las estaciones eternas pero, ya sabes,
cuando vuelve a llover y no estás todo son cenizas.
Y cicatrices.
Echar de menos –dijiste-, el cuento del nunca acabar y tus ojos
cambiando de color al caer el sol.
Agarrarte de la mano para saltar al vacío
y caer siempre en una playa escondida
en la que comernos a besos,
pero solo con palabras.

Querer de más –dijiste-,
siempre serás,
a pesar de todo,
de cualquier modo.

Pero yo no quería otra en tu lista de vistas pendientes
al borde del precipicio,
yo creía que a la pregunta “¿Cuánto duran las despedidas?”
solo respondía tu risa
y a esa otra de “¿A dónde van a parar los amores de verano
cuando llega el invierno?” le seguía un “A tu casa, o a la mía, pero con un par de cervezas.”

No paraba de llover  y justo cuando ibas a aparecer
el mundo era una de esas floristerías en pleno Abril
y olía a tus besos.
(A esos que nunca me diste.)
Tuve que huir del mal tiempo para encontrarme,
para olvidarte, quiero decir.
Pero ni así.

Sigo echándote
y de menos.
Queriéndote
y de mas
 aunque nunca supiera hacerlo bien.

Ya sabes, como yo
nada, nadie, nunca, amor.

Vuelve cuando quieras, tú
que has decidido dejarle las riendas
al destino.
Yo ya no voy a luchar más
en vuestra contra.

Te quiero
a ver qué puedes
hacer con eso.

La vida es un juego

La vida es un juego, dijiste.
Después, te fuiste.
Desde aquel momento voy
con los ojos cerrados a las estaciones
para no tener que despedirme
y hago café para dos
tres veces al día.

Ella me coge de la mano
cuando corro a esconderme
y huele a tu pecho
los sábados por la mañana.
Cada medio día
a eso de las doce
desaparece.
Por las noches duerme conmigo
porque tiene miedo
al silencio sin ti.
Echa de menos nuestros gritos,
los orgasmos, quiere decir.

Yo cruzo cada semáforo en rojo
saltando a una sola pierna
y sonrío en lugar de mentir.
Todavía nos quedan algunas normas
por romper
y demasiadas
por inventar.

Te echa de menos
y esa ausencia la convierte en frío
aunque el sol me queme la piel.
Yo me creo sus palabras
cuando susurra a la par
que el viento me levanta la falda.
Cada vez que eso sucede me imagino
tus manos recorriéndome
la ropa interior
mientras, un viandante al azar
se escandaliza
porque nadie le dijo
lo que era el amor si tenía que ver
con nosotros.

Desde que nos quedamos solas
estudiamos los libros viejos
que caen en nuestras manos
por si algún día apareces.
Queremos recitarte de memoria
a Bukowski y decirte
que si no lo entiendes
mírate,
y que hasta la luna pasa miedo
en demasía cuando tú te vas
y la cuidad se queda vacía
en plena hora punta,
porque eso era tu ombligo.
Un ir y venir de intenciones.
Una rayuela con destino el cielo.

La vida es un juego, dijiste
antes de irte.
Yo sigo escondiéndome con mi sombra
de la mano
por si algún día vienes
a buscarme.
Ojalá me encuentres.
Siguen quedándonos normas
por escribir,
otras por romper.
A ti te gustaba hacer trampas.
Yo siempre fui de dejarme
y llevar,
pero de la mano
y ya ves,
quiero quejarme
esta vez.

Ausencia de sujeto

No se nos pasó por la cabeza ni siquiera por un momento, querer perder los trenes.

Así que los dejamos pasar, pero queriendo.

Si madurar es aprender a despedirse nunca pasaré de ser una cría con tanta inocencia como pecado en boca, con alguna historia rota que contar justo antes de acabarla por temer al punto y final del que tanto hablaban los cuentos de hadas en las que nunca creí.

La estación estaba vacía, ahora se ha inundado de gente. Esta es mi jungla de asfalto y todos vienen hacia mi hueco como cazadores furtivos pero yo, no me muevo.
El próximo tren pasará en doce minutos y un segundo más de pensamiento nos hará salir corriendo ahora que todavía podemos tratar de escondernos entre callejones.

Me lo pienso, dos veces, y tres, o más. Que si he llegado hasta aquí es para no dejar escapar oportunidades y ya he pagado el combinado hasta casa pero las ganas no se compran y esta noche no quiero volver sola.

Nunca tuve miedo a las horas sin ti es una mera decisión repentina.

Aquí, bajo el suelo sigue lloviendo, huele a azufre y no para de llegar gente que al pisar miradas ajenas convierten todo en lodo y me cuesta más que nunca no ahogarme ni sentirme otra montaña de escombros, las ruinas sin entrada principal, esas que ya nadie visita, la pérdida de la historia y las pocas ganas de contarla. A rebosar de transeúntes deshumanizados aferrados al olvido de un recuerdo hecho ceniza y demasiado poco tiempo.

No sé por qué sigo aquí pero no voy a perder este tren -me digo- voy a dejarlo pasar, a verlo partir, que no es lo mismo. Y lo hago, la fauna en blanco y negro invade los vagones como deseando crear un nuevo lamizal en cualquier otra esquina/estación de esta ciudad revolución. Es absurdo –pienso-. Faltan sueños por los que luchar porque ya nadie dice tener tiempo para hacerlos.

Vuelvo a quedarme sola, como el resto de siempres. Arrugo el ticket de metro y lo escondo en el fondo del bolsillo de mi chaqueta. Me beso los dedos por tocarte, como pidiendo un deseo o rezando a un dios muerto de una religión perdida, y me voy.

Nunca se me dieron bien las despedidas y supongo que ya me acostumbré a crear de cada baldosa casa y romper a llorar al irme y echar de menos nada y nadie o ningún lugar importante para el resto pero yo firmo en modo recuerdo y vuelvo a saberme al borde de perder a alguien, que soy yo misma.
Pongo música, o suena sola de repente.

Subo las escaleras despacio y añoro las prisas de llegar tarde siempre. A veces no quiero volver pero las ganas juegan en contra así que esta vez paseo, rezo y recuerdo no se lo qué, subo a la calle y me echo asfalto intentando enterrarme y te echo en falta creando ganas, aunque solo sean de volver a perder. Me enciendo un cigarro e incendio la mierda de cielo que cubre una vida mentira o intento de credo y olvido principios. 

Me sitúo al borde del precipicio, abro la puerta y entro en un bar, 
cualquiera.

Una cerveza, otra
noche más
y tus ojos.

No vine hasta aquí para perder es solo que esta vez he querido dejarlo pasar –repito- todo va a salir. ¿Cómo? Bien.
Y empiezo a echar de menos la otra parte del cuento.
Ahogarse nunca fue la mejor opción pero al menos nos sentíamos con ganas de querer seguir nadando y ahora ni eso.

Ya sabes, hay trenes que pasan
y con solo una vez,

 te pierdes.