sábado, 25 de octubre de 2014

Lo estáis haciendo bien, odiar, digo, olvidar.

Ofrendas de odio, peticiones desdichadas que caen en el olvido.
Y no es sorpresa que un difunto pase al recuerdo de otro muerto.
Por que nosotros, los vivos, tenemos muy poco tiempo para ellos,
y demasiado, para cargarnos a los que tenemos delante.
Por eso nos ofrecemos, nos volcamos en la absurda capacidad
que tenemos para romper almas por dentro. Una puta barbaridad.
Seguís y seguiréis sintiéndoos orgullosos de olvidar
el lugar en el que nacisteis, el mar en el que casi, por poco
os ahogáis. Y os estaría bien.
Tan valientes para unas cosas, y que rápido escapáis de la muerte.
Porque esa, esa, sí que acojona, verdad?
Admitámoslo, las desgracias cobran cierta gracia
si recaen en otras bocas. Con tal de que no vengan a besarnos
como cuando acaban de hacerte una mamada.
Y te quiero, pero no me toques. Ha estado bien.
Lávate los pecados que no quiero ser homicida,
que la culpa te caiga a ti, y que no salpique.
De todos modos, admiro tanto vuestro don para caminar
por suelos sangrantes, como vuestra capacidad para
llorar gilipolleces. A que sí? Lo estáis haciendo bien,
o, al menos, lo estáis haciendo.
Y ya es algo.

Sugestivo invierno, indigesto amor.

Inmortal, casi hasta amoral, aferrarse a tu boca,
insaciable metal helado, pesado, mortal.
El frío de un pasado transportado a mil años luz, de ti.
Raudo pensamiento, veloz, que aparece y a un tiempo desvanece.
Vuelve a mí una mirada con gritos de invierno, de gritos de odio, de amor.
Retumba el alma que quiero dolerme en tu cuello,
que me haces falta.

Y desaparece...

Pude llamarlo Verona...


Pude llamarlo Verona, pero
preferí llamarlo tus piernas.
No culpo a esta carencia de léxico
para definir mis sin sentidos.
Esas mañanas en las que siento
que estás lejos, si es que estás.
No sé. Porque pude llamarlo rutina
pero entonces se mostrarían las ruinas
celosas de todos tus inviernos.
Admito que el querer-te echa de menos
este yo y esta nada, llámalo
como quieras, seguirá gustándome
todo, que más da. Pude llamarlo
tanto y de tantos modos que decidí
callármelo todo y dejarte a ti hacerlo
silencio. 

Y ahora te envidian esas ciudades que
todavía, no han aprendido a callarse
ni por amor.


jueves, 23 de octubre de 2014

Como última línea, para matar-nos dijimos...

De regalo unos labios rojos
de regalo, un saludo, solo uno
de regalo, una noche entre la calma
de cualquier hostal abandonado
en la capital, de una cuidad
llamada dignidad. La que nos falta.

De repente, un no aparezcas
de repente, no vuelvo a verte
sin saber cruzar el puente
de la cruel sinceridad. La que nos falta.

Te decidiste (al fin), arrojarte sin soltarme
de la mano, como se tira un deseo
al fondo, de un acantilado
que solo sabe llorar. Lo que nos falta.

De regalo, un abrazo
de los que no tienen final, de los pocos.
Que no tenga final (pienso).
Como última línea, para matar-
nos dijimos las palabras
que siempre quisiste. Y que no nos falten.
"Y si, rompemos, a llorar?"

No sé si me va mal, o bien. Me va.

Sabes? Vivo a base de recuerdos
y no sé si me va mal, o bien
me va.
Que no quiere decir que
me venga.
Ni me vengo ni me dejo llevar.
Aterriza de una vez,
que entre tantas vueltas
me estas mareando.
Y vas  ver lo bueno
si me pongo a vomitar
todo lo que pienso.
Por que puesta ya me has visto,
es cierto. Una pena.
Que se te de tan bien
perder los trenes, digo.
Tranquilo, respiro.
Sin ti, que suena mejor,
como todo. (Excepto el sexo)
Y quién me lo diría.
El problema es que, se te daba
tan bien nublarme, vaya por dios.
El día que vallemos miradas,
las llamaremos
tigres de bengala.
Yo, ya estoy deseando ver,
quién se come a quién.
Mientras tanto, tú, solo piensa;
-Yo, vivo de recuerdos,
y no me va tan mal,
por que, ni te vas,
ni me vienes a buscar.-

jueves, 9 de octubre de 2014

Esotérico.



La imagen imborrable de un reflejo en movimiento. 
La austeridad de un beso nunca desatado.
La ausencia de miradas reciprocas.

El despertar en sugestión de unas manos
aferradas al recuerdo de su ausencia.

El verde de esta tierra, de unos ojos.
La cara esotérica de mi luna.
Persistencia de este afán por desgarrarme el alma.

Querer resumir en seis palabras, 
las ganas que tengo de versarte.


sábado, 4 de octubre de 2014

Adiós, he dicho.

Un último beso.
El beso de Judas partió
el silencio que guardaba, que guardé
durante tanto tiempo.
Como si de un grito se tratase,
como una puñalada
que a falta de espaldas en las que matar,
mata a los ojos.
Mis ojos, tus ojos, los últimos
que quise mirar
por última vez.
Y los míos sangrantes,
esclavos de lavar
mi cara sin agua, con el sabor
de un mar
perdido en la memoria, decidieron
decir adiós
con una pregunta entre los labios.
Sin esperar afirmación,
contestación entre los tuyos.
Ya has acabado
de matarnos el tiempo?
Y como enviado del olvido,
desterrando pasiones,
olvidando todo lo que habíamos
vivido. Respondió
con una mirada
a mis ojos, inyectados en ganas
de no volver a respirarnos.
Y me bastó eso, solo eso
para dedicarte un último beso.
Un beso cual Judas,
buscando
una muerte anticipada,
un beso,
y mil versos
por delante.
Con un adiós
como
final.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Avisa a esa boca que viene a matarme.

Lo he cogido y no era un tren, y no era el tren elegido.
Lo he escogido a él por admiración, por no ser otro.
Este, tenía que ser este y a esta hora y no a cualquiera.
Tenía que ser ahora, no más tarde, no antes, por vez primera.
Caigo en la rutina y es su culpa, y me condeno porque quiero.
Y caería mil veces en su pecho aunque no eligiera hacerlo.
Acabo harta de mañanas, del calor que me regala su viaje.
Sin querer he vuelto a ser la que te espera cada noche
mientras tú haces tu equipaje para irte lejos sin querer,
volver a verme. Es todo lo que necesito, volver a elegirlo a él
y no a ti. Dejarme llevar por su velocidad, esperar hasta desesperarme
sin tu nombre de por medio. Entre tu inicial y la suya hay
la misma distancia que de mi ombligo a las ganas que te tengo.
Tendría que empezar a cogerlo, para olvidarte, para alejarte de mí,
para que tus pies se conviertan de una vez
en una de esas paradas, en las que no tengo pensado bajarme
aunque sepa que me esperas con los brazos abiertos
y una daga entre los dientes, para volver a matarme.
Que es todo lo que quiero, pero ya no es, eso que necesito.
Debería dejar de creer en ti, debería apostar por mí.
Por él, por la distancia, por las idas a solas.
Y ya no lo hago, por que me ha bastado que solo una vez,
una única vez hayas aparecido en mi camino
para despedirte, cuando debería ser yo, la que dice adiós
y se va para no volver nunca a dejarme matar por esa boca.
Esa boca, que ha pasado a ser mi nombre sin nombrarme
más de lo que lo ha hecho en un pasado. Esa boca,
que nunca pasa de largo sin que me pierda en esa boca
que me mata y me vence y yo, por esa boca,
dejaría de respirar, me volvería mártir, me dejaría matar
si al final él, me lleva a mar abierto,
para olvidarme de ti este invierno.

Se nos acabó el tiempo,
avisa a esa boca,
que se muera de una vez por todas.

Todavía lloro si te pienso así, como eres.

Casi inherente a mí, se ha vuelto la mirada hacia el suelo. Desde que te vi partir
he decidido aferrarme a la horizontalidad de un silencio, al perdurar de tu ausencia.
Me guío por impulsos de llorar, por vías y carreteras y sendas hacia ningún lugar,
en mitad de una noche que ha optado por volverse tan eterna como etérea.
Intocable, imperceptible, tan verdad como que yo, sigo aquí, como que tú, ya no estás.
Sangrante como el rojo de mis labios, sonora como una bala perdida, esta ausencia.
Estas pocas ganas, estas ganas de volver a verte, de desaparecerte, de acabar contigo.
Que admirable tu capacidad para escupir excusas y vomitar motivos que me eleven
y que me lluevan por dentro. Que me cambien de estación en cuestión de segundos,
los que tardo en levantar la vista y sonreírte, por no gritar, cuando el mundo cae en verano.
Lo que tardo en girarme y en apoyar la cabeza, en taparme la cara, en romper a llorar.
Esto es lo que me cuestas, cambiante, y helado, un invierno. Una batalla contigo.
Sin encontrar la paz cuando te vas. A mi ya me sobran las despedidas, las mentiras.
Son de treguas tus venidas y mis ganas de abrazarte, de una nueva guerra.
Y es por eso, y que por ti, yo, me condenaría mil veces a este infierno.