miércoles, 21 de mayo de 2014

Final abierto.

   La vi al momento, como para  no verla. 
   Solo ella sabía hacer de una parada de autobús cívico la peor de las terminales. Supo decirme que lo echaba de menos, de espaldas, sin articular palabra. Tenía los ojos rojos de tanto pensarlo, los labios hinchados de forzar el rostro, las manos mojadas y no llovía. Vestía de un tono oscuro una chaqueta de lana y unos baqueros rotos. Se había puesto lo primero que había encontrado, por vestirse algo. Pero hasta así estaba guapa. Era preciosa hasta empapada en llantos. 
   Que tipo de gilipollas podría hacer llorar a semejante dama. No lo conozco y sé que no la merece, sé que no le ha dado nada de lo que ella ha pedido, y nunca había suplicado cariño, ni suplicaría venganza. Se pasó así toda la tarde, creaba vacíos y soledades. Nadie se dignó a hablarle, pasaban a su lado, compartían banco con ella, la miraban y huían con su recuerdo. No invitaba a una conversación, ni a un paseo por el parque. A pesar de las decenas de almas sonrientes que se cruzaron en su camino, y de los mil y un autobuses a los que no se subió, ella, y solo ella seguía sintiéndose sola. Y lo estaba, le faltaba él. 
   Su razón para escribir. 
   Este es uno de los motivos por los que me ha gustado verla, porque ahora, le escribo yo. Yo, que nunca supe ponerle final a ningún texto, como se lo voy a poner a ella?
   Tal vez cuando se levantó se fue a su casa, tal vez fuera a buscarlo, o tal vez cambiaría de parada después de crear una zona cero. 
   Nunca lo supe.


Él era más de 19 días, queriendo ser de 500 noches.

Él era más de 19 días, queriendo ser de 500 noches. 
Bailaba Ludovico Einaudi, versaba Sabina. 
Vivía en la cima del Empire State, pero a orillas de Rodas. 
Con vistas a la ciudad más bonita del mundo, Ortografía. 
Aprendió a escribir relatos sobre piel sin ponerle nunca un punto y final. 
Empuñaba una Mont Blank, vestía de Valentino Clemente y pintaba como Sorolla. 
Lloraba como Rosalía y soñaba como Roy O. 
Era perfecto, pero era en pasado. 




Deseo.
Cariño.
Muerte.
Moreno.
Cafés con hielo.
Formas difusas.
Veneno.
Ron añejo.
Pensarse.
Desespero.




Tiembla de ganas de volver a esa terminal, un poquito Pekín de más. 
De rodearse de gente y sentir la soledad.
Artista de caderas, de maneras entre asfalto, de miradas pasajeras. 
Bailarín de sus sábanas, versaba a su almohada, vivía escondido a las puertas de una playa. 
Él era sus mejores vistas, la ciudad más bonita, un escritor sin carrera. 
Dibujaba suspiros, se vestía de desastres, lloraba por llorar y soñaba por continuar.



Él.
Era todo.
Lo que nunca había llegado a ser.
Pero fue.

martes, 20 de mayo de 2014

Es os segredos que garda a costa da morte.

Trouxen ata aquí as miñas lembranzas desta terra, de cando era nena,
a morriña de recorrer unha praia baleira, de recoller froitos no campo,
de escoitar cada mañá os paxaros na fiestra do baño.
Trouxen ata aquí as ganas que teño de bicarte,
de voltar mirar a lúa nas noites de verán sobre o teu peito nú.
Trouxen e tráio tremores e non son de medo.
Es un pouco o vento do outono que sopra na nuca do sol.
Es o bico que ceibe se pousa na cume dun monte que leba o teu nome.
Es todo o que quixen ter e foise.
Es camiñar espída polos recunchos dun río perdido
que amaina cando canta unha nai.
Un lóstego en noites de verán,
saraiba sobre as flores da avóa,
mirada perdida cara ningún lugar.
Es, e fuches. E non voltaches.
Es o emigrante máis agardado do mundo,
o morar dunha bolboreta no bico dun neno,
a choiba que ninguén quere e que todos agardan,
os segredos que garda a costa da morte,
morrer enriba de alguén e desexar quedar a vivir nel pra sempre.
Es todo o que sempre quixen ser,
pero es dende lonxe,
es a morriña que lle teño ó bosque.
Dende que vivo en Madrid.

Estás desapareciéndome.

Como de costumbre, esta noche iba a escribirte, a ti, que me tienes harta. Que solo llenas folios y ganas de navegar en mares en calma. Y como de costumbre, no puedo. Olle! Vine para decirte, para decirme, que aunque no te conteste nunca, no dejo de pensarte. Que he guardado cada segundo sin ti todo este tiempo para poder pasarlo contigo mañana. Quería dejar pasar las horas para que, una de dos, o volvieras con ellas o te fueras del todo. Y...mierda! Ni has pasado de largo ni te veo volver. Esta vez aspiraba a explicarte que cada noche, cigarro en mano izquierda, bolígrafo en derecha, me lleno de valor para decirte que me muero de ganas de contarte que sabía...que no aparecerías. Un "nos vemos" y un "tal vez" no firman un acuerdo de desnudos. Y que putada! Ni un beso, ni media mirada, ni el silencio de la falta que me haces. Esta noche, y solo esta noche, he quemado todas mis libretas, partiendo, como solo tú sabes hacerlo, todo utensilio para empezar cualquier carta diciéndote "te echo de menos", pero no me ha salido bien. Todavía me queda memoria para versarte de cabeza y no olvidarte, para tenerte ganas y convertirte un poquito más en esta nada en descendente. Estás desapareciéndome. Pero ya no me queda fuerza para correr hasta tu portal y pedirte que vuelvas.  Aprovecho el tirón del texto, escúchame, no me veo en otros labios ni en otra cama. Los dos sabemos que me faltas para decirte cuanto te quiero, para agarrarte del brazo y que no salgas corriendo, valiente! Si no dejas de gritar voy a tener que cerrarte la boca a la fuerza y aún no se como hacerlo. Me gustaría saberlo, y saber a ti. Esta noche he soñado contigo y, manda cojones, todavía no me he acostado. Y tú sigues en la parte baja de aquel puente. Sin oírme gritar que para tirarte necesitas altura. Pero tranquilo, para eso estoy yo aquí, para tirarme por los dos. O, por lo contrario, si fuera necesario, para tirar por la borda todas mis propuestas de sonrisas indecentes. Para eso estoy yo aquí, en la parte alta del puente, o en el borde de mi cama. Que viene siendo lo mismo, no?
Y, manda cojones...me caí sobre tu pecho.

lunes, 19 de mayo de 2014

Terra galega, morriña de ti.

Esquecinme se debería lembrarte en branco e negro ou se pola contra tería que facelo a toda cor. E de tanto cavilar caín na conta de que o mellor era borrarte deste recuncho de tarde. Prefiro que non se poña o sol, que desapareza o café do mundo, ou, o tabaco, e que a poesía non fale do teu nome, tan só por non volver ollarte. O doado deste relato foi cando non doías, cando non durmía cavilando en ti, e rozar os meus cóbados coas miñas pernas o sentar na praza do centro da cidade, non me facía tremer de lembranzas. Compliqueino todo un pouco cando decidín seguirche o paso, aínda que correras a toda presa, aínda que non tornaras a vista atrás. Cando tiven que obligarme a non abrazarte ó durmir pra non desexar quedar así toda a vida. Dende o intre no que pisei a túa cama, dende que contei con pasos mudos a distancia da túa nuca a lúa soupen que eras un pouco galego, que empezabas a doer. E que unha muller fai tempo dixérache que en min, mesmo moras. E sabías a eses puros da Habana pasada a guerra, e o retornar dos homes a praia, e cheirabas a amorodos, e tiñas os ollos escuros pra o resto do mundo, menos pra min, que ó sol das doce soupen que eran verdes, aló o fondo, coma os campos da miña terra. Saraiba, porque és saraiba e non choras de todo, en min estás e ti es todo. Pero só soupen que eras de ser galego cando tiven que marchar, e sentín morriña, lembreime da miña avoa que sempre decía, como se di no pobo, que a terra tira.