jueves, 18 de diciembre de 2014

Con nada pretendo contarte

Desde siempre me me ha faltado 
alguien al otro lado de la cama, 
un par de motivos por los que llorar 
y cientos de matices para sonreír. 

Algo de tiempo, espacios abiertos
y puertas que cierren a ciertas personas.

Nunca aprendí a caminar despacio,
pero me enseñaron a volar por encima 
del resto cuando las horas
se vuelven naufragios. 

Me sobraron ganas de escribir, 
palabras desordenadas, 
camas de reyes mediocres y
la mentira en boca ajena. 

Querer, en eso siempre he ido sobrada. 

           Una mirada,
           dos pasos más hacia el precipicio,
           tres besos consecutivos, 
           cuatro puntos cardinales, 
           cinco engaños a mí misma, 
           seis amores olvidados entre líneas, 
           siete estrellas de la buena suerte, 
           ocho caminos por los que perderme hacia
           nueve maravillas personales. 
           Diez pecados capitales
           y un puñado de desórdenes numéricos
           que me recuerdan que en todo este tiempo
           ni siquiera he aprendido a contar. 

Y así, con nada, pretendo contarte. 

martes, 16 de diciembre de 2014

Hubo un día e el que decidió hablar.

Brilló tanto que acabó por dejarnos, completamente ciegos. La culpa era nuestra, estaba claro. 
Se fue señalándonos con el dedo, riéndose de nosotros. 
Solo sabía gritar, y a voces nos había llamado miles de veces "guapa". 
Tenía el don de la mentira. 

Nos bailó las cosquillas en más de una hora punta, hasta dejarnos sin aliento. 
Tenía también, el don de la oportunidad.

Nos repitió durante años que todo eran dos días, media noche y un carnaval. 
Y nos lo creímos. 

Que correr era de cobardes, y nos sentamos a esperar. Todavía no sabemos a que, o a quién. 
Nos susurró debajo del costillar izquierdo, una tarde de invierno, 
que el amor era pegarse al fuego, hasta dejarse la piel. 
Y vino para repetírnoslo todas las estaciones. 

Sumamos lágrimas de frío, no de pena. Seguimos cantando mentiras y contando noticias, por hablar. 
Nos ahogó de cansancio todas las noches que pudo de este diluvio universal. 
Nos enseñó a fumar, con la mente en blanco y negro en los pulmones. 
Con el pasado a cuestas y el futuro en vena. 

Nos dijo:
"Descansa cuando anochezca. 
Lucha sólo cuando te declaren la guerra. 
Sonríe siempre. 
Llora muy de vez en cuando. 
Y recuerda cuándo el pasado merezca la pena vida." 

Y solo supimos asentir.

"Vive -concluyó- y deja sobrevivir".

lunes, 15 de diciembre de 2014

A veces, no existen palabras. Si acaso recuerdos.

Hoy he visto coronas,
cobrar forma de abrazo.
Un recuerdo pagado con flores.
Lágrimas sin sentimiento,
y sentimientos sin sentido.

Hoy he visto a mi padre cargar,
una caja con el cuerpo del suyo,
y de verdad eso es algo
que no podría explicar.

A mis primos perderse en una iglesia,
sin un recuerdo por el que llorar.
A mi abuela sonreír,
a pesar de los pesares.
Y a su madre derrumbarse entre mil brazos,
que eran brazos, por ser algo, sin ser suyos.
Solo una madre sabrá de lo que hablo.

Hoy he visto gente buena,
perderse entre la gente,
y gente mala tratada,
como gente entre otra tanta,
y gente, demasiada gente.

Cuando solo quieres un abrazo
de la persona que se va,
y no ganas soledad ni a gritos,
de ahí el callar por otorgar.

He besado un cristal con su cara al otro lado,
y después todo se ha quedado,
vacío.
Media sala, cien recuerdos, una infancia,
cuatro hermanos, tres hijos, una reina
y una dama.
Demasiado tabaco, demasiados bares
y demasiadas ostias, por ambas partes.

Hoy he visto, y he sido la última
en haberte visto, y quisiera verte,
fruncir el ceño de nuevo.
Le arranqué después una sonrisa
a mi abuela y un te quiero.

Entré en la iglesia pasados años.
Volvieron a verme pasados años.
Te quiero tanto pasados años.
Alguien hablaba, yo no escuchaba.
Miraba al frente y en frente tú.
Ni yo respiraba,
ni a ti te hacía falta.

Hoy he visto a mi padre cargar,
una caja con el cuerpo del suyo.
Algo que nunca sabré explicar.
Una persona volar kilómetros
por años y sangre y por un hermano.
Llegar de golpe y parar el tiempo.

Un cementerio ponerse en pie,
demasiada gente y la misma ausencia.
Si fuera de día sería distinto,
pero siempre llegamos tarde.
Rompió a llover.

Como el sabor en boca
de un millón de flores,
los ojos hinchados,
y ver malabares
del pasado.
Como callar a la vez
que se cierra una tumba.
Somos un poco así,
todos los días.

Un puñado de lágrimas.
Una madre llevándose
las manos a la cabeza
por un hijo que solo supo llamarla.
Hasta el final.

A mi padre cargar,
una caja con el cuerpo del suyo.
A una reina llorar.
Y todo un pueblo intentando consolarla.

Hoy he visto gente intentando comprar
al amor, el recuerdo y pedazos de tiempo.

Hoy he visto algo
que nunca sabré explicar
con las palabras que le puede dar
un vivo a un muerto.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Nadie pudo forzar la poesía.

Nadie pudo forzar la poesía.
Y tú, cuántas veces al día vomitas?
Acabo de acabar de quererte.
A partir de ahora, las sábanas verdes,
o rosas, o azules, pero no blancas.
Has mirado a la muerte a los ojos?
O te contesta vía e-mail?
Vivíais en otro tiempo, ahora sobrevivimos.
Tengo hambre, que no ganas de comer.
Me fumaría aquí un cigarro.
Me multarían por ello?
Y por ser feliz?
Espero que hayas amado, por que
siento decírtelo, ya no hay tiempo.
Has bebido, al menos es algo.
Tengo tres hombres en mi vida
y un ángel de la guarda.
Estoy al borde de un cambio de cifras.
Dos hombres, un ángel y un funeral.
A veces, las cosas, duelen.
A veces, son solo, cosas.
Nadie pudo forzar la poesía, pero sí
las cenizas, los escombros, el tiempo,
las ganas, si pierdes,
las noches, a solas,
y todas esas cosas, que en realidad,
nadie pudo explicar.
Como la muerte.

Por cierto,
si te envía un e-mail, avisa!

Vosotros no lo sabéis, por que no nos habéis visto ser felices.

No estabais allí cuando él, me mataba a cosquillas y yo, solo podía gritar "para, por favor", 
mientras cruzaba los dedos y pedía que aquello, no acabara nunca. 
Tampoco estabais en cada puesta de sol (o de sexo) 
con un mechero en la mano derecha y su nuca en la izquierda. 
Venga, si hubierais probado esa boca. 
Si solo por un puto segundo hubierais visto sus ojos 
cambiar de color tras la luna del coche al ponerse el sol. 
Tampoco os arropó ni os abrazó toda una noche de resaca. 
No sabéis lo que es esperar un mensaje suyo hasta las tres de la mañana 
y al día siguiente madrugar por si aparece, sabiendo que no será. 
Yo sé de lo que os hablo. 
De no querer bailar si no es en su pecho. 
De que las borracheras, se curan mejor en su espalda. 
Por que solo él pudo matar mi sonrisa y resucitarla con una mísera mueca, 
sacarme de quicio, levantarme una ceja, y parar el reloj. 
Hacerme temblar, quitarme el sueño, romperme a llorar. 
Y tantas otras cosas que él no sabe 
por que nunca le he dicho. 
Si lo veis por ahí, decidle que desisto. 
Que ya me he cortado de frío y me estoy muriendo de ganas. 
Vosotros no lo sabéis, por que no nos habéis visto ser felices. 
Por que no estáis aquí, manchados de sangre y viendo llover en cada rincón de este cuarto. 
Claro que esto él, tampoco lo sabe. 
Vosotros no lo sabéis, pero yo, sigo esperando. 
Por que todavía no he encontrado otro modo de versarlo.

Por que a lo mejor, perderme, es el único modo de saber si vendrá a buscarme. 
Por que a lo mejor, perderme, es el único modo de no volver a encontrarme. 


Casi lo hemos inventado todo, verdad?

Lo primero que inventamos fueron las patrañas,
por eso dejamos de creer en nosotros, y tuvimos "fe".
Y aferradas a ellas vinieron los escondites, el miedo,
las noches a solas y las redes "sociales",
las cámaras, los ordenadores.
Pero antes, mucho antes, los libros.
Hasta creernos personajes, principales.
Las falacias.
Creamos las bandas sonoras, la imaginación
y los sueños. Las miradas,
las sonrisas y los puñados de palabras.
Esas, las inventamos solo para fingir
y decir, como si nada "estoy bien",
cuando ni siquiera estamos.
Inventamos, no podía ser menos, el amor,
las estrellas y los "para siempre".
Quién nos lo iba a decir.  Y justo después
no declaramos, mentirosos
compulsivos.
Mentimos sobre mentiras
y afirmamos a la cara de cualquiera
que decimos la verdad.
Joder! Única y exclusivamente la verdad.
Dormimos en camas de cincuenta por ciento ochenta.
Y nos gusta decir que tenemos pareja.
Vamos al gimnasio después de desayunarnos
las tostadas de ambos.
No, nos apuntamos, pero nunca fuimos.
Vale, ni nos hemos matriculado.
Fumamos por placer y no nos asustan
los ojos de la muerte, si tiene cara de mujer.
De vez en cuando, decimos que no queremos,
y ahí sí que mentimos.
Pero tranquilos, que de calumnias yo no conozco náufragos.
Si acaso alguna deriva.
Supongo que, no existen las verdades tampoco.
A lo mejor, un día, alguien nos dijo
que inventamos las mentiras,
o tal vez, nos estaba engañando.

Por cierto, los besos,
esos nunca han sido mentirnos.
Si acaso, mal interpretarnos.

Veinticuatro del once del catorce.

Hoy las vistas desde el banco de siempre son tropecientas mil veces mejores que de costumbre. Me he parado, de nuevo, del otro lado de la calle para recordarnos, y esta mañana, solo hay mar. La luz sobre él y el azul del cielo forjan una atmósfera cegadora que me obliga a cerrar los ojos. Te veo a ti, pidiéndome que me siente a tu lado y un espacio inmenso de tiempo. Nada. Después vuelves y todos los días es verano. Supongo que a estas alturas no necesito explicar por qué este lugar no está inundado. Y es que, claro, no dejas espacio al invierno si hablamos de ti. Desde luego, hoy las vistas desde el banco de siempre son tropecientas mil veces mejores que de costumbre y yo, sonrío tropecientas mil veces más que nunca.

Un día te dije que nunca te he dicho lo que quería decirte.

Ha sido un placer conocerte. De todos los colores, las formas y sonrisas. Compartir paseos a Dios sabe donde, y perderme cada vez que encontraba tus ojos de frente.
Me gusta el recuerdo de haberte perdido hasta desconocerte. Me gusta sentir el miedo que una vez sentí, cuando tú, dijiste que te ibas lejos y yo, solo podía pensar en callarte a besos. 
El regalo fue llorarte hasta desesperar y cubrir folios con tu nombre. Escapar de las calles de siempre por miedo a encontrarte de frente y no poder comerte el alma.
Recuerdo que un día te dije que nunca te he dicho lo que quería decirte.

Tuvo gracia.

Las noches a solas ensayando un reencuentro que no llegaría. Acariciándome los labios y pensado en como seríamos tú y yo, si, claro, no fuéramos tú y yo.
De todas las veces que no apareciste, y me hiciste un favor.

Gracias.

De la noche que rompí esa jaula y salí, y vomité, muy bajito todo eso que nunca te había dicho.
Lo recuerdo por que hasta ese momento no podía respirar y ahora, creo que ya sé coger aliento.

Gracias.

Del "no debería hacerlo" mientras me comías a besos y me acostabas en cama.
De quitarte la camiseta y romper lo único que nos quedaba.
Por que quiero que todo te vaya, y bien.
He conocido, como no podía ser de otra manera, contigo, el modo mas bonito de hacer todo tripas, del corazón. Y de correrme a base de miradas. Emborracharme a sonrisas y curar las resacas a golpe de versos.

Por eso, y por que sigues inventado este invierno.

Gracias.

Porno-Grafía

Pornografía es encontrar en la comisura izquierda de su boca
la octava maravilla.
Una ruina que ya nadie visita como lo hacía yo.
Es caminar con cuidado por sus caderas
por miedo a perder contacto con la tierra
y acabar ahogándome en su ombligo.

Pornografía es ese modo en el que me miras,
con todo lo sucio que llevas dentro, el sexo y el rock&roll.
Es que no nos haga falta decirnos nada,
por que nos vasta una mirada para corrernos.

Pornografía era despertarme a tu lado y ver,
como el sol de las doce te cala hasta los huesos y te llama pecado;
capital, la que situé en tu tercer lunar,
llamándolo imperio.

Era gastar folios y bolígrafos
por que cada vez tenía
más formas que contar de ti.
Por que la pornografía no se escribe.

Pornografía es querer huir,
sin saber a donde pero de tu mano.
Es el vaho de las ventanas y las paredes chorreando.
Confundir cada coche, cada puto tono de voz,
cada gesto sabiendo que no eres tú.
Por que si lo fueras ya estaría temblando y no.

Pornografía es otra forma
de dirigirme a tus piernas sin pasar por ti,
sin conocer todo eso que nunca quisimos sabernos.
Robarte el frío de las noches a solas
con un beso en la nuca y un puñado
de veranos que no se acaban nunca.

Pornografía es el rojo de mis labios,
la sangre de tus vicios, el hielo de un café.
Conocer todos y cada uno de tus poderes
hasta aprendérmelos de memoria, y
formar un acrónimo con mi nombre.

Pornografía era yo, sabiéndome temblando
cuando ibas a aparecer.
Jugando con el tiempo,
creando un nuevo espacio.
La distancia de tu piel a toda mi ropa interior.

Una foto en blanco y negro
con un millón de sílabas que digan,
que en realidad pornografía
vivía entre mis piernas hasta que llegaste tú.


jueves, 11 de diciembre de 2014

Una vida en blanco, y negro te escribo.

Tu nombre,
                  una línea en blanco,
                                                  respiro.
Tu espalda,
                  una línea en blanco,
                                                  respiro.
Tu boca,
                  una línea en blanco,
                                                  respiro.
Tú cerca,
                  una línea en blanco,
                                                  inspiro.

Tú y tus maneras, y tus formas,
y tu ausencia, y tus ganas de correr
a toda ostia.

Tú alejándote, tú mirándome, tú desnudo,
                                                                  una noche en blanco,
                                                                                                   te miro.

Tú, detrás de todas esas palabras que nunca te he dicho,
tú y mil escusas, mil reproches,
un broche con la soledad.

Tú, y tu nueva casa frente al mar, sin mí,
                                                                  todo un mes en blanco,
                                                                                                      te miro.

Tú volviendo y tu vista abajo, tu piel en frío y tus labios
de nuevo enfrente. Tú, y todo eso, que nunca nos dijimos.

Tú, y todas las ganas que tengo de versarte,
                                                                     te beso.
Tú, y una vida en blanco,
                                        y negro
                                                     te escribo.

Apunta bien, esta vez.

Ruinas sin puerta principal, sin monumento estrella.
Sin historia, ni nadie que la estudie.

Llevo sin candado desde tu propuesta de secuestro. Nada.
Todo eso que guardo en ningún lugar.

Adelante, espero que hayas retrocedido para coger impulso.

Me empotro contra la pared de mi cuarto y espero, horas,
a que vengas a matarme.

La luz de las doce señala la última de mis costillas izquierdas.
Marca el lugar en el que tiene que fijarse tu punto de vista.

Mírame, me he desnudado para ti, cariño.
Para que me toques con aprecio, el desprecio de ti mismo.

Con todo lo que me arrepiento sigo aquí.
No confundas el rojo de otros labios con la sangre derramada.

Ahora solo quiero romperme y salpicar
las ganas de verte reaparecer, en mi vida.

-Pasa, por favor, estoy abierta.
También a sugerencias.

Apunta bien
esta vez.
Y mátanos a los dos, de un solo golpe
de vista.

Pudo verme llover.

Los caminos son ahora putas autopistas encorvadas y en penumbra. Probablemente a estas alturas ya me haya cruzado a la muerte unas quinientas veces.
-"Disculpe si no he saludado, tendría que haberla visto pero naufragaba en esta vida de mierda. Nada que la incumba."
Así es como pasan las estaciones, pienso. Mientras tanto me lluevo cuando me da la gana y creo en arrancar de raíz las flores del jardín que es su risa, sin mancharme las manos de sangre. Quiero hacer coronas con ellas (las espinas) y nombrarme reina de este suicidio, colectivo. Yo y toda mi mierda. Hago lo posible por alcanzarlo pero corre más que cualquier "yoquiero" o "mirahaciaatrás". A toda ostia. Me paro y clavo la mirada en las palmas de mis manos. Intento buscar en ellas su huella o su sexo.
Me abrazo con fuerza y me grito que la soledad sólo es una noche de niebla. Si la vida no fuera tan cara y el dolor no cobrara tanta importancia nos uniría a base de imperdibles. Para poder rimarnos.
-"Yo nunca quise hacerte daño, cariño. Pero a mí poco me importó sangrarme los pasos." Llueve, tanto o más que nunca. Como siempre. Mientras me ahogo él navega sobre mi cabeza. Cuarenta días y cuarenta noches de diluvio universal.
-"Llórame los labios, desconcéntrame el epicentro de esta ciudad en cuarentena de ausencias. Abrázame las piernas, que del pecho me ocupo yo." dije. Así fue como le arañé la espalda y le besé al fin la nuca. Y le curé lo poco que pude doler en esta guerra.
La noche que vuelva a encontrarlo, ya lo he pensado, voy a levantar la cabeza y a decirle que no se preocupe, que ya he convertido en todo tripas, el corazón. Esa noche en la que decidí llamarlo por su nombre y confundí el amor de mi vida, con la visita quinientas una.
Que sí,
al menos,
pudo verme
llover.


De rutinas y otras cosas.

No me apetece fumar y sin embargo, fumo. Por todas esas cosas que sí nos apetecen pero que no hacemos.
Hoy pensé en dejar de echarte de menos y empezar a echarte de más, pero para eso tendría que haberte follado demasiadas veces y no se da el caso.
He bajado al bar de siempre a ver si me cruzaba contigo. Aún sabiendo que no sucedería me he arreglado más de lo normal. Ya ves, para no hacer nada, con nadie.
Eso, que aquí estoy. Pensando en liarme otro cigarro y salir a fumármelo a pesar de los pesares y del frío. Siempre me gustó la obligación de las casualidades. Y más sí empiezan en ti y acaban en beso.
Aún así no tendría nada que decirte. Esta espera ya no es una novedad y los "te quiero" me los guardo para una ocasión especial. Cada uno tiene sus tonterías.
Me gusta pensar que tú también guardas mil balas de esas para cuando me declares la guerra. Por el momento me limito a oír tu "vete a la mierda" y a pensar, que tal vez, por todas estas gilipolleces, te quiero tanto.
He decidido quedarme aquí, con los pies pegados a este invierno, escribiendo, que es la única forma que conozco de esperarte.
También quería llamarte pero eso, es otra historia.



martes, 11 de noviembre de 2014

TE ELOGIO COMO ME DA LA GANA

"Arriba los brazos.
No te muevas.
Al primer movimiento te beso."

Tira todas tus armas, voy a quitarme la ropa.
Si te acercas, disparo
aunque me cubras de sangre.
Pregunto, tienes pensado morirte 
o correrte primero?
Avísame, no quiero ser homicida
de toda tu mierda entre líneas.
Repito:

"Arriba los brazos.
No te muevas.
Al primer movimiento te beso."
Una última vez:

"Arriba los brazos.
No te muerdas.
Al primer movimiento te verso."

Amenázame la vida de una puta vez.
Mírame a los ojos y ódiame de golpe.
Yo que sé, a golpe de vista
o golpe de Blues o golpe de frío,
a golpe de grito.
Ódiame a portazos, que no voy
a salir a buscarte.
Vuelvo a repetirme:

"Arriba los brazos.
No te muevas.
Al primer movimiento te beso.
Te verso.
Te quiero?
Te pierdo.
Me pierdo.
Te pierdo..."

jueves, 6 de noviembre de 2014

Yo también había hecho planes.

Quería leerlo todo, viajar a cualquier parte, posar para grandes fotógrafos, escribir durante horas, aprender arte hasta poder hablar de cualquier tema, navegar, tirarse en paracaídas, volver a bailar. Tatuarse por completo, conocer a grandes personas y personajes. Arreglarse la sonrisa, estar más morena, dejar crecer la melena, aumentar su talla de sujetador, lucir ligeros de Victorias's Secret, plantar un árbol, publicar un libro, tener un hijo y contárselo todo.

Buscaba un verso que hablara de él sin conocerlo, ir a buscarlo, conquistarlo con una imagen, escribirle sin olvidarse nada en el tintero, encontrar en su clavícula la octava maravilla, toda una obra de ingeniería. Llevárselo lejos de todo, cerca del viento, del mar. Bailarlo en la cama, bailarle mil lunas, tal vez un vals. Guardar sus besos en piel a tinta, llamarlo musa. Ser perfectamente feliz, preciosamente morena, alma del sur. Vestirse, para que él la desnude. Sentarse y esperarlo a la sombra de un olivo, leyendo sus ausencias, enseñándole a su hijo, cuánto han cambiado las cosas, haciéndolo sonreír.

Quería ser, con él. Pero nunca encontró el tiempo suficiente para enamorarlo, por eso escribe. Todo eso que buscaría si no supiera que, ya no va a volver. 

domingo, 2 de noviembre de 2014

Desde la Gran Vía adoquinada de recuerdos.

Me preguntan, qué haces aquí fuera Damay? Leer.
Me gustaría que fuera cierto.
Helarme, intento helarme hasta no sentir nada.
La falta que me haces, la ausencia, la lluvia, lo que queman los daños, como pasan los años.
He entrado en un bucle con esa pregunta, como si antes no tuviera ninguna.
Menuda mentira. Ojalá también supiera mentirte a ti,
decirte que no te echo de menos.
Pero ya no, sal corriendo o mándame a la mierda,
que es lo que estoy buscando.
Un día, no sé como, ni sé cuando,
me plantaré sin avisar en la puerta de tu nueva casa
para explicarte todo esto que se me pasa por la cabeza,
todo esto que nunca te he dicho.
Espero que llueva, así tendré una excusa que poner
cuando me ahogue al intentar articular palabra.
Ojalá no estés, y pueda irme sola, una vez más de tantas,
a pasear por esa ciudad que ni siquiera conozco, hasta aprendérmela de memoria.
No sé que es lo que quiero si no te quiero a ti.
Pero sé que no es a mí, por que ya no me hago falta.
Si es que, ya no me siento, ni para esperarte.
Hace mucho tiempo que me deshice de eso que dicen
que es lo último que se pierde.
Por lo tanto, no sé que viene ahora,
la nada solo es una carencia de léxico.
Te escribo desde la acera en la que llevo esperándote
más de dos meses, o yo que sé.
Te escribo desde el rincón más frío de este puto pueblo,
desde donde los cigarros no se encienden, ni ninguna otra llama.
Nadie llama, nadie contesta.
Te escribo dese el sitio en que tendrías que mirarme por cojones,
si es que estuvieras aquí,
desde la gran vía adoquinada de recuerdos,
desde yo que sé, no lo sé, no puedo verlo.
Te escribo desde el frío que dice que es invierno por que no estás,
y que es de noche por que no me atrevo a abrir los ojos,
por que ya no me queda nada que ver si no es tu risa.
Entiendo que no me conozcas si me echo a llorar,
tú solo me has visto reír, contigo.
Cuanto han cambiado las cosas últimamente,
no sé si te has parado a pensarlo, no digo a pensarme, no lo pido.
En ti, en todo lo que has hecho, y deshecho conmigo.
Sigue sorprendiéndome la idea de que sepas quien eres, si es que lo sabes,
de que no te escapes de los espejos, de que sigas siendo, y feliz.
Cuando alguien se muere solo algunos lo recuerdan, y muy pocos lo pagan.
Eso, exactamente eso me ha pasado a mí contigo.
Estoy en deuda, conmigo misma. Y firmo desde aquí, desde donde te escribo
el ultimo contrato aunque no estés presente.
Volveré a verte, y va a llover, y voy a sonreír, y a decirte
todas esas cosas que nunca te he dicho, aunque no estés.
Que haces aquí fuera Damay? Leer.
Y un día será cierto.

MIL MANERAS DE REENCONTRARSE (parte1º)


No terminó de entender a día de hoy, que hacía sentado en el portal de su edificio a esas alturas. Después de haber salido corriendo y esconderse de aquel modo. De no contestar a los mensajes, ni de intentarlo, de no dar señales de vida. Sin embargo, lo invitó a subir. Buscaba una excusa en lugar de inventársela para no tener que volver a dormir solo, para no desesperar en la espera de alguien mejor. Lo que no sabía era el tiempo que llevaba ella esperando una verdad. Más de dos horas, de su estancia allí, por supuesto. Meses, tal vez. No podía mirarlo a la cara, recogía el cuerto como una total y completa loca. Paseaba de la cocina al servicio, de la habitación al salón, del pasillo al holl y así, sucesivamente. Entonces gritó, fue él el que gritó como nunca antes lo había hecho a nadie. Alzó la voz y sonó algo así como “siéntate”. “Más? Otra vez? Y tener que mirarte a los ojos y romper a llorar? Que callarme todo eso que nunca te dije? Que mentirte, o de eso vuelves a encargarte tú?” Y venía para quedarse, dijo, vamos. Y ella fue, acercándose lentamente a su boca con las intenciones de pedirle una nueva tregua. Acortar las distancias, por no poder respirar ausencias. Hacía tanto, tanto tiempo que no le daba un beso que, en realidad, no prestó atención a su respuesta. Sí, un beso, le valió más que mil palabras.

“A veces, esperamos hasta desesperar. Y tiene gracia.”





Era un mensaje, pero no podía ser un SMS

Acabo por pensarlo todos los días, supongo que hace tiempo que tenía que haber olvidado tu cara. Mucho antes de que te fueras, aquella tarde. El problema es que siempre que me toca elegir escojo la opción incorrecta, me levanto con el pié izquierdo y no dejo de mirar atrás. Siempre me han fascinado esos saltos temporales de las películas, en los que comparan pasado y futuro. La verdad es que contigo, siempre lo he visto viajero, pero tú, has decidido plantarme en mitad de la terminal e irte solo. Y todavía no te has parado a pensar a quien le ha hecho más falta la compañía desde tu partida. Es admirable esa capacidad innata que tienes para deshacerte de todo el mundo. Que putada que seas también tú, el que tiene el don de permanecer en la cabeza del resto. Sí, de mí. No sé si me estoy volviendo loca, o si es que, una vez más, he escogido el camino incorrecto. Pero, eso sí, cuanto más pienso en olvidarte, más te recuerdo.

Vaya por dios, y aún nadie me ha vuelto a invitar a desnudarme. Ya no sé  si salir a buscarte o si enviarte este mensaje. Mejor, pensándolo bien, me acuesto y me duermo. O intento al menos no acariciarme la cara. Porque tendría, más que nada, que follarme a mí misma, como nunca lo has hecho tú. Parece mentira que estemos a do de Noviembre. Debería haber llegado el invierno, y yo sigo ahogándome de calor. En fin, es una suerte, así podré esperarte desnuda. Por si algún día apareces, quiero decir.

Joder, qué más da. De perdidos al río, tu boca. Sí, tu boca. Si me muerdo los labios creo que aún me saben a ti. Es más, si probara a abrazarme fuerte, tengo la absurda sensación, de que te oiría respirar. Ha llegado el momento de declararlo obvio. Cuando el amor no mata, ata hasta dejarte sin cordura. Cariño, recuerdas que esto iba a ser un mensaje? Claro, el que nunca llegué a enviarte. Pues, me explico, si estoy a tiempo de pedir un crédito para volver a verte, lo pido. Y subasto todas las copas que me queden por bailar. Átame los pies a tu vida. Y que me embarguen la risa si quieren, menuda gilipollez, si a mí, con verte sonreír me basta. Ah, y a ti, te regalo todas las mentiras que alguna vez te dije, para que no tengas que perdonármelas. Que ingenuo, me creías si te decía que no te quería, también te dije que me olvidaría de ti, y aquí estoy, planeando una huida o un suicidio colectivo, yo y toda mi mierda.


Sin embargo a ti, a tantos kilómetros de distancia, ya te da igual que me dispare en la boca, o que te envíe una bala perdida. 
De regalo, digo. 

"Nos vemos" Me vale

"Salir de ti es empotrarse contra la soledad"  
                                               Marwan.

Despedirme me está costando más de la cuenta, tal vez, porque todavía no haya acabado, porque llevo ya más de dos meses en este estado de sin-sentido y sin-ti y ni siquiera conmigo.
Tantos abrazos y ningún adiós, tantos besos y ningún quédate. Tantas veces te he mirado a los ojos y tan pocas te he dicho todo lo que pienso, que ya no sé si quiero hacerlo.
Lo siento, si vi en tu manos los hijos que no tendremos, la casa en la que nunca viviremos, las tardes abrazados en las que nunca nos perderemos. Habrá suerte, si volvemos a encontrarnos. Si no he vendido este juicio es por que no sé si quiero ganarlo, o dejarme perder. Porque no sé en que lugar encontrarme, desde que no te encuentro a ti.
Me fui, contigo, a sabe dios donde, a donde quiera que hayas ido, no lo sé. Una mitad, quiero decir, la otra sigue en este invierno etéreo que acabaré por romper.
-Que tal? 
-Bien
-Me alegro
Joder, claro que me alegro. Me alegro de que no me devuelvas la pregunta por que no sabría que decirte.
-Aquí, sin ti, sin más, sin mí...
-Vaya...
Busca una palabra que me explique a medias, sangrando, lloviendo, sonriendo como si todo fuera de puta madre. Pero que suene bien, por favor.
Busca una palabra que explique como me siento desde que salí de ti, sin querer, y me empotré, contra la realidad. Porque, no estaba ni yo.


-Nos vemos
Me vale.

Aprendo de desconocidos.

De la palabra imperfección se aleja cada vez más su nombre.
Le gustaría al viento tener sus gestos si pudiera.
Pagaría la locura por dormir entre sus piernas
y la cordura por aferrarse a su boca.

Poco se habla de la guerra desatada entre
verano e invierno para verlo sonreír.
Poco se habla de las faldas que a su paso
se levantan para hacerlo sonreír.
De las pocas, casi escasas que lo logran.

No necesita más la música que correr por sus venas
para cobrar sentido y sentimiento.

Con el semblante de una lápida perdida
esconde el corazón de un suicida por amor
que muy pocos conocen.

Con él he aprendido a comerme el mundo
sin palabras, con solo una mirada.
A descubrir los mil colores
de una noche en blanco y negro.
A llamar a la lluvia verano,
al café mi mejor vicio.

Con él he aprendido a vivir
en la ciudad del viento.

Siempre es mejor, a que no nos quede nada.

A veces lo único que nos queda entre las palmas de las manos 
son un puñado de piedras que tirar a nuestro propio tejado, 
hasta romperlo, 
y que se venga abajo.

Un puñado de recuerdos sobre los que pensar 
que todo podría ser mejor si no se tratara de nosotros. 
Que todo podría ser algo así como 
una melodía a piano que no quieres que termine nunca. 

A veces lo único que nos queda entre las palmas de las manos 
es el gusto amargo de un cigarro que acabamos de fumar 
pero que no nos ha calado tan adentro como esperábamos. 

Pero, en realidad, que esperábamos? 
Y, de quién? 

De nosotros mismos, nada, matarnos a base de miradas por que ya no sabemos que decir. 
Mentira, a veces sabemos que decir, pero no a quién. 
Los errores se pagan a punta de pistola y en esta puta ruleta rusa aún no han legalizado las armas, 
eso explica que usemos los besos, 
y los pocos versos que nos dejó Neruda diciendo: 
"Quiero hacer contigo, lo que la primavera hace con los cerezos". 

Y a veces, lo único que nos queda, es darnos cuenta, de que ha llegado el invierno.

Tiene sentido.

Y carencia de brazos en los que cobijarnos 
después de tirar abajo, nuestro propio tejado.

sábado, 25 de octubre de 2014

Lo estáis haciendo bien, odiar, digo, olvidar.

Ofrendas de odio, peticiones desdichadas que caen en el olvido.
Y no es sorpresa que un difunto pase al recuerdo de otro muerto.
Por que nosotros, los vivos, tenemos muy poco tiempo para ellos,
y demasiado, para cargarnos a los que tenemos delante.
Por eso nos ofrecemos, nos volcamos en la absurda capacidad
que tenemos para romper almas por dentro. Una puta barbaridad.
Seguís y seguiréis sintiéndoos orgullosos de olvidar
el lugar en el que nacisteis, el mar en el que casi, por poco
os ahogáis. Y os estaría bien.
Tan valientes para unas cosas, y que rápido escapáis de la muerte.
Porque esa, esa, sí que acojona, verdad?
Admitámoslo, las desgracias cobran cierta gracia
si recaen en otras bocas. Con tal de que no vengan a besarnos
como cuando acaban de hacerte una mamada.
Y te quiero, pero no me toques. Ha estado bien.
Lávate los pecados que no quiero ser homicida,
que la culpa te caiga a ti, y que no salpique.
De todos modos, admiro tanto vuestro don para caminar
por suelos sangrantes, como vuestra capacidad para
llorar gilipolleces. A que sí? Lo estáis haciendo bien,
o, al menos, lo estáis haciendo.
Y ya es algo.

Sugestivo invierno, indigesto amor.

Inmortal, casi hasta amoral, aferrarse a tu boca,
insaciable metal helado, pesado, mortal.
El frío de un pasado transportado a mil años luz, de ti.
Raudo pensamiento, veloz, que aparece y a un tiempo desvanece.
Vuelve a mí una mirada con gritos de invierno, de gritos de odio, de amor.
Retumba el alma que quiero dolerme en tu cuello,
que me haces falta.

Y desaparece...

Pude llamarlo Verona...


Pude llamarlo Verona, pero
preferí llamarlo tus piernas.
No culpo a esta carencia de léxico
para definir mis sin sentidos.
Esas mañanas en las que siento
que estás lejos, si es que estás.
No sé. Porque pude llamarlo rutina
pero entonces se mostrarían las ruinas
celosas de todos tus inviernos.
Admito que el querer-te echa de menos
este yo y esta nada, llámalo
como quieras, seguirá gustándome
todo, que más da. Pude llamarlo
tanto y de tantos modos que decidí
callármelo todo y dejarte a ti hacerlo
silencio. 

Y ahora te envidian esas ciudades que
todavía, no han aprendido a callarse
ni por amor.


jueves, 23 de octubre de 2014

Como última línea, para matar-nos dijimos...

De regalo unos labios rojos
de regalo, un saludo, solo uno
de regalo, una noche entre la calma
de cualquier hostal abandonado
en la capital, de una cuidad
llamada dignidad. La que nos falta.

De repente, un no aparezcas
de repente, no vuelvo a verte
sin saber cruzar el puente
de la cruel sinceridad. La que nos falta.

Te decidiste (al fin), arrojarte sin soltarme
de la mano, como se tira un deseo
al fondo, de un acantilado
que solo sabe llorar. Lo que nos falta.

De regalo, un abrazo
de los que no tienen final, de los pocos.
Que no tenga final (pienso).
Como última línea, para matar-
nos dijimos las palabras
que siempre quisiste. Y que no nos falten.
"Y si, rompemos, a llorar?"

No sé si me va mal, o bien. Me va.

Sabes? Vivo a base de recuerdos
y no sé si me va mal, o bien
me va.
Que no quiere decir que
me venga.
Ni me vengo ni me dejo llevar.
Aterriza de una vez,
que entre tantas vueltas
me estas mareando.
Y vas  ver lo bueno
si me pongo a vomitar
todo lo que pienso.
Por que puesta ya me has visto,
es cierto. Una pena.
Que se te de tan bien
perder los trenes, digo.
Tranquilo, respiro.
Sin ti, que suena mejor,
como todo. (Excepto el sexo)
Y quién me lo diría.
El problema es que, se te daba
tan bien nublarme, vaya por dios.
El día que vallemos miradas,
las llamaremos
tigres de bengala.
Yo, ya estoy deseando ver,
quién se come a quién.
Mientras tanto, tú, solo piensa;
-Yo, vivo de recuerdos,
y no me va tan mal,
por que, ni te vas,
ni me vienes a buscar.-

jueves, 9 de octubre de 2014

Esotérico.



La imagen imborrable de un reflejo en movimiento. 
La austeridad de un beso nunca desatado.
La ausencia de miradas reciprocas.

El despertar en sugestión de unas manos
aferradas al recuerdo de su ausencia.

El verde de esta tierra, de unos ojos.
La cara esotérica de mi luna.
Persistencia de este afán por desgarrarme el alma.

Querer resumir en seis palabras, 
las ganas que tengo de versarte.


sábado, 4 de octubre de 2014

Adiós, he dicho.

Un último beso.
El beso de Judas partió
el silencio que guardaba, que guardé
durante tanto tiempo.
Como si de un grito se tratase,
como una puñalada
que a falta de espaldas en las que matar,
mata a los ojos.
Mis ojos, tus ojos, los últimos
que quise mirar
por última vez.
Y los míos sangrantes,
esclavos de lavar
mi cara sin agua, con el sabor
de un mar
perdido en la memoria, decidieron
decir adiós
con una pregunta entre los labios.
Sin esperar afirmación,
contestación entre los tuyos.
Ya has acabado
de matarnos el tiempo?
Y como enviado del olvido,
desterrando pasiones,
olvidando todo lo que habíamos
vivido. Respondió
con una mirada
a mis ojos, inyectados en ganas
de no volver a respirarnos.
Y me bastó eso, solo eso
para dedicarte un último beso.
Un beso cual Judas,
buscando
una muerte anticipada,
un beso,
y mil versos
por delante.
Con un adiós
como
final.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Avisa a esa boca que viene a matarme.

Lo he cogido y no era un tren, y no era el tren elegido.
Lo he escogido a él por admiración, por no ser otro.
Este, tenía que ser este y a esta hora y no a cualquiera.
Tenía que ser ahora, no más tarde, no antes, por vez primera.
Caigo en la rutina y es su culpa, y me condeno porque quiero.
Y caería mil veces en su pecho aunque no eligiera hacerlo.
Acabo harta de mañanas, del calor que me regala su viaje.
Sin querer he vuelto a ser la que te espera cada noche
mientras tú haces tu equipaje para irte lejos sin querer,
volver a verme. Es todo lo que necesito, volver a elegirlo a él
y no a ti. Dejarme llevar por su velocidad, esperar hasta desesperarme
sin tu nombre de por medio. Entre tu inicial y la suya hay
la misma distancia que de mi ombligo a las ganas que te tengo.
Tendría que empezar a cogerlo, para olvidarte, para alejarte de mí,
para que tus pies se conviertan de una vez
en una de esas paradas, en las que no tengo pensado bajarme
aunque sepa que me esperas con los brazos abiertos
y una daga entre los dientes, para volver a matarme.
Que es todo lo que quiero, pero ya no es, eso que necesito.
Debería dejar de creer en ti, debería apostar por mí.
Por él, por la distancia, por las idas a solas.
Y ya no lo hago, por que me ha bastado que solo una vez,
una única vez hayas aparecido en mi camino
para despedirte, cuando debería ser yo, la que dice adiós
y se va para no volver nunca a dejarme matar por esa boca.
Esa boca, que ha pasado a ser mi nombre sin nombrarme
más de lo que lo ha hecho en un pasado. Esa boca,
que nunca pasa de largo sin que me pierda en esa boca
que me mata y me vence y yo, por esa boca,
dejaría de respirar, me volvería mártir, me dejaría matar
si al final él, me lleva a mar abierto,
para olvidarme de ti este invierno.

Se nos acabó el tiempo,
avisa a esa boca,
que se muera de una vez por todas.

Todavía lloro si te pienso así, como eres.

Casi inherente a mí, se ha vuelto la mirada hacia el suelo. Desde que te vi partir
he decidido aferrarme a la horizontalidad de un silencio, al perdurar de tu ausencia.
Me guío por impulsos de llorar, por vías y carreteras y sendas hacia ningún lugar,
en mitad de una noche que ha optado por volverse tan eterna como etérea.
Intocable, imperceptible, tan verdad como que yo, sigo aquí, como que tú, ya no estás.
Sangrante como el rojo de mis labios, sonora como una bala perdida, esta ausencia.
Estas pocas ganas, estas ganas de volver a verte, de desaparecerte, de acabar contigo.
Que admirable tu capacidad para escupir excusas y vomitar motivos que me eleven
y que me lluevan por dentro. Que me cambien de estación en cuestión de segundos,
los que tardo en levantar la vista y sonreírte, por no gritar, cuando el mundo cae en verano.
Lo que tardo en girarme y en apoyar la cabeza, en taparme la cara, en romper a llorar.
Esto es lo que me cuestas, cambiante, y helado, un invierno. Una batalla contigo.
Sin encontrar la paz cuando te vas. A mi ya me sobran las despedidas, las mentiras.
Son de treguas tus venidas y mis ganas de abrazarte, de una nueva guerra.
Y es por eso, y que por ti, yo, me condenaría mil veces a este infierno.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Un espejo, un reencuentro y un final.

Creo que todavía estoy a tiempo de salir corriendo.
El problema es que no sé si quiero.
Tal vez si me alejo termine por darme cuenta
de que no puedo estar sin ti, sin mí, y acabe por dar la vuelta.
Será por eso o por que me siguen quedando ganas de decirte,
que por favor,
me arranques la ropa.
Y que si tienes un motivo para no pegarte a mí
lo uses ahora como si fuera la última vida que te quede,
que aquí todos sabemos que tienes siete, como buen felino que eres.
Y que yo no puedo robártelas todas.
Joder, estás consiguiendo que me separe de mí,
por que ya no sé quién soy,
ni que hago aquí.
Cuanto tiempo tengo que quedarme?
Por que no me da llegando el momento de echar a volar,
de volver a escribirle al sexo,
de armarme de valor
y de ganas
y de vicios
y de humo
y de alcohol
y de besos sin sentido
y de sentidos sin sentimiento pero,
es lo que busco.
No me da llegado el momento de no sentir nada.
Quiero volver a creer que estoy muerta.
O que simplemente he decidido matarte.
Sí, creo que todavía estoy a tiempo de salir corriendo,
de evitar casualidades, de cruzarme contigo, de desaparecer.
Creo, cariño, creo que aún puedo desnudarme por completo,
hacer sonar un vinilo viejo, encender la ducha y esperar que todo se llene de vapor,
y que desaparezca el aire, por que a mi ya no me hace falta respirar, no me hará falta respirar,
pero sí ahogarme una última vez.
Esta es mi sentencia de muerte, el pasillo un corredor hacia el final.
Y justo ahí, un motivo para sonreír,
para no volver a verte,
unos ojos verdes,
unas piernas mojadas,
un pecho latiendo con fuerza,
un cuerpo forzado a la verticalidad,
un espejo empañado,
y las razones suficientes para no volver a creer nunca más en el sexo contigo,
un espejo, un reencuentro y un final.


"Cada beso, un homicidio" Damay Rial y Miguel Gonda


miércoles, 17 de septiembre de 2014

Todo está bien, sin mí, estás bien.

Hace algún tiempo que he empezado a esperar las noches como un niño espera la navidad. Creo que, por que es el único momento en veinticuatro horas en el que puedo sentarme a solas, como si las horas no pasaran de largo, y pensar en todo lo que nunca te he dicho. Quiero decir, no creo ser la persona que se merezca un abrazo, un beso, o una tarde de sonrisas, pero después de darle muchas vueltas, empiezo a pensar que me merezco al menos, una explicación. No puedes plantarte en la vida de cualquiera, en la mía, desordenarme por completo hasta el cajón de la mesilla que nunca he abierto, hasta ese, y largarte a toda prisa, como si no ocurriese nada. Creo plenamente en mi capacidad de invención, soy una enamorada del amor, una ilusa, soy, lo que tú quieras que sea. Pero me has dado motivos suficientes para creer en nosotros, sin embargo, después de conocernos hasta la médula, de mordernos hasta la espalda y de viajar cortas distancias noche tras noche hacia cualquier lugar, porque nos daba igual, si íbamos juntos, te has alejado sin dejar ni rastro de tus pasos, de todas esas horas compartidas, de tu paso por mi verano, dejándome mil palabras pendientes que solo hacen multiplicarse y un “quédate” entre los labios. Te has ido después de un “nos vemos”, de un largo paseo, de un beso de buenas noches, de un mensaje, de todo aquello que hacíamos cuando volvíamos a vernos. Y yo, después de ser los minutos más bonitos de tus noches, me he quedado del todo en nada. No sé ni por dónde empezar a barrer todos estos escombros. Eso sí, puede que me hayas dejado las ruinas más bonitas de la historia, envidiosa Pompeya. Bueno, da igual. Seré lo que quieras que sea, pero no tengo pensado ser el jueves de tu semana, la persona que se cruce en tu camino cortándote el paso, ni siquiera un maldito semáforo en ámbar. Pero, no quiero pasarme ya más noches sin dormir creyendo que he jugado mal mis cartas, desconociendo la partida vencedora. Supongo, que al menos, me merezco una explicación. No te estoy pidiendo una charla de horas, ni un mensaje de más de dos líneas. No quiero una excusa, de esas, ya tengo mil. Quiero una verdad, un “no vuelvas”, lo que sea. Una palabra que me siente como un puñetazo en el estómago, que me diga que todo está bien, sin mí, que estás bien.


Existen ese tipo de personas que solo se merecen una explicación, nada más. Pero deberíais tenerlas en cuenta. 

Qué es mejor, salir corriendo o follarnos una última vez?

Me diste un puñado de motivos sobre los que pensar,
un abrazo de recuerdos sobre el que llorar,
un millón de sonrisas en las que perderme.
Y la excusa perfecta para no volver a verte.

Quise decirte todo esto que ahogo en vasos medio llenos,
todo lo que callo y corre entre mil llantos,
todo eso que fuimos aunque no estuvieras.
Las ganas de volver a dormirme entre tus piernas.

Permanecieron los planes como guirnaldas de fiesta,
colgando de una excusa para re-declararnos la guerra,
para pegarnos con palabras los sentidos que escondimos.
Para alargar cada noche, pensando en que es mejor.
Salir corriendo a toda ostia o follarnos una última vez.

Que problema, cuando se nos juntan, los dos instintos capitales.
Olvidamos los principios, la cordura, lo vivido en estas calles.

Y nos vamos, como quién despide el calendario.



Muérete o enamórate.

Coloca un filtro entre los labios, coge un papel y extiende sobre él tabaco de manera uniforme. Ahora agarra el filtro con tu mano derecha y posiciónalo en el mismo extremo. Prensa el tabaco en sentido horizontal, proporciónale a este volumen de circunferencia y desliza posteriormente tu lengua sobre la arista sobrante humedeciéndola, pero no demasiado. Pega ésta siguiendo la forma lograda hasta el momento. Enciende el mechero, y empieza a fumártelo. 

Sí, fuma, respira de él de forma larga y tendida, deja que el humo invada hasta el más recóndito de tus alvéolos, deja que los marchite, que los aniquile.  Es esto lo que quieres, matarte de un modo tan elegante y virtuoso? Adelante. No hace falta que te pongas dramático a estas alturas, de hecho es muy probable que lo hayas hecho, pero que no hayas apagado el cigarro.  Es el momento de que digas que sí. Sí, quieres matarte, y has decidido tomar el camino más sencillo. Yo, he elegido tomar el camino más sencillo, la mayoría lo han hecho. Lo escogemos por su simpleza, por su lentitud, por el mero hecho de aferrarnos a un vicio más, por placer.

Eres libre, esta es tu vida, y como dueño de tal, tú decides cuando acabar con ella si es que quieres hacerlo, o si prefieres por lo contrario aprovecharla hasta el último momento. Eres dueño y señor de tus actos, lo cual conlleva responsabilidades y consecuencias. Es más, en la mayoría de los casos, eres el propio causante de tus actos, por desagradables o indeseados que puedan llegar a ser.
Piensa en salir corriendo, podrías hacerlo. En  hablarle a la persona que distante, consume un café en la barra del bar en la que tú desayunas. En irte sin pagar, en cambiar el zumo por un chupito de ron, en dejar de leer, en volver a salir a la terraza, y encenderte otro cigarro, en no hacerlo ni una sola vez más. Puedes, estás dotado y capacitado para realizar todas estas acciones.

Pongamos que escoges hablarle a la persona de la barra, pongamos que la miras a los ojos, pongamos que os caéis bien, pongamos que la invitas a desayunar. Y si nos arriesgamos sin excedernos subliminalmente del contexto, pongamos que acabáis compartiendo lavabo, el de caballeros, claro. Porque tú, sigues siéndolo.

Bien, puedes hacerlo, es más, podrías salir a toda prisa invitándola o sin pagar la cuenta, al gusto del consumidor. Tan rápido que no te da tiempo a encenderte otro cigarro en esa terraza tan acogedora. Aquí lo tenemos, acabamos de encontrar un nuevo modo de matarnos por dentro, no menos gozoso, placentero, lento ni vicioso que con el tabaco.


Chico, te has enamorado.



Tú y tus facilidades, mis fatalidades.

He aprendido que es más fácil hacerte un hueco en un cajón que entre mis líneas.
Cruzar las agujas del reloj y parar el tiempo, a cruzarme contigo aunque lo intente.
Describirte con miradas y sonrisas, a tener que hacerlo con palabras.
Versarte,  a decirte que te quiero.

Es más fácil inventarse mil excusas, a decir una verdad.
Salir corriendo en plena guerra, que plantarle cara a los contrarios.
Bajar la cabeza antes que mirar a los ojos a esa persona que en realidad, busca en ti un abrazo.
Olvidar días, que meses.

Por eso, nunca hemos llegado a llenar un calendario.
Por eso y porque tú, ni lo has intentado.
Y yo, he temido tener que dejar de hacerlo.
Por eso, fuimos nada.

Demasiado para ti, y yo me quedé con las ganas.




lunes, 15 de septiembre de 2014

Un juego a vida o muerte.

Como aquella noche en la que pude ver tu piel en blanco y negro. Como si de un super poder se tratase. Pero no, se trataba de un juego. Y esa era sólo, una norma más. 


En este juego tenías que olvidarte de esa persona, mucho antes de empezar a recordar su cara.
Tenías que darte por vencido antes de conocer todas las reglas.
En este juego sabes como van a acabar las cosas, mucho antes de empezar. 
Tendrás que esconderte, pero únicamente cuando el cazador te vea hacerlo.
Y claro, con este tipo de normas y tu piel sólo pude susurrar muy bajito "jugamos?".



Y ahora empiezo a pensar que iniciar partida en tu liga ha sido del todo absurdo. De todos modos, volvería a pagar con el corazón una y mil veces la matrícula de tu cuerpo, aún sabiendo que vencerás antes de mirarme a los ojos. Me dejaría ganar una vez más sólo por restarle escalas de color a tu sonrisa, aunque eso suponga permanecer inmóvil en el suelo mientras escalas el podium de mi puta dignidad. Por que puede que también me la haya jugado, con todo, con el aire de esta habitación. Pero es que, joder, a ti te veo tan bien y tan poco sangrante y tan sonriente y tan distante, pero precioso a lo lejos, desde aquí, desde mi boca, sin levantar la mirada, sin provocar nada, en ti; que si me apuntaran directamente a la nuca y me dijeran que le sumamos una nueva norma, un vida o muerte, la ruleta rusa, empezaría a llevar tu nombre. 


Y me daría igual.

GUERRAS DE SANGRE




Suena como un disparo en la boca
y solo es un portazo 

sin saludo de por medio. 


Convivimos, como afganos en plena guerra.

Sobrevivimos,

sin conocer la palabra tregua.


Nos sangramos los ojos

como si nos los arrancaran 

cada vez que nos miramos.


Nos juramos en silencio, y a gritos

que jamás volveremos a vernos

cuando nos digamos adiós.

Nos vestimos con chalecos antibalas.

Nos armamos todas las mañanas

de granadas y mentiras

para poder encontrarnos
sin arriesgar la vida.


Ella y yo inventamos

la primera guerra de sangre

proclamada bajo cero

Sin más gobierno que unos genes

enfrentados por te quieros 

que nunca pronunciamos.


Ella y yo inventamos

campos de desconcentrarnos,

minas antisonrisas,

un diccionario a parte
sobre la muerte y sus aliados,
sobre nosotras.


Y los duelos cara a cara

en mitad de un salón

apuntándonos con los labios

directamente al corazón.